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No se me ocurre cómo un conjunto de actores sociales definitivamente minoritarios y pacíficos esté siendo capaz de imponer su visión y sojuzgar al resto sólo con el recurso de la palabra y la invitación a celebrar la diversidad y creatividad en la vida. Entiendo menos cuando las evidencias históricas indican que a quienes se acusa de querer imponer han sido las víctimas de la visión dominante de las cosas, que para ello no ha dudado en recurrir a la represión, la tortura y el asesinato, manifiesto en las decenas de feminicidios, crímenes de odio, o exclusión violenta de las identidades queer. Es curioso que una persona gay ilustrada crea en la existencia del rayo homosexualizador que, en cualquier caso, no sería más peligroso que una explosión de lentejuelas y carcajadas en un carnaval.
Zuleta sufre con la estética, creo, al punto de que abomina del lenguaje inclusivo, un juego que está o no en libertad de acoger: no hay academias amenazadoras ni riesgos de excomunión o tortura por no hablar de ellas, ellos y elles. Tampoco por sentirse atraído por una anatomía que luego contradice el canon (que apenas es parcialmente biológico), a menos claro, que sus veleidades eróticas superen su capacidad de compromiso profundo con una persona, independientemente de su género. Falta de madurez, pensaría. Por otra parte, nunca he visto a una mujer trans usar un arma para imponer su elección a nadie, ni para obligarle a tener sexo o casarse; en cambio, sí he visto esgrimirlas contra millones de mujeres o jóvenes que se resisten a la violación o a engendrar y cuidar a alguien por obligación.
Que el mundo se acaba si se pierden los marcadores identitarios que hasta ahora se han utilizado para distinguir las anatomías reproductivas de nuestra especie es una soberana tontería; y sí, algunas personas abogamos por la supresión de sus efectos legales. Allá cada quien como quiera manifestarse, porque creo que en el mundo nos beneficiaríamos de una justicia queer, capaz de reconocer en cada persona una condición única a partir de la cual operar sin discriminación ni violencia, que es lo que ha hecho el sistema utilizado hasta el momento. A quienes se sienten amenazades por expresiones identitarias que les resultan perturbadoras: acudan a su EPS para tratar su ansiedad; aporto solidaria en ello.
Me daría “pecadito” con Zuleta —como dicen las niñas tiernas al ver la ingenuidad de alguien querido— de no ser porque su visión de lo que él cree que se impone es exactamente lo que ha justificado la imposición, esa sí violenta, de una visión de sexo, género y familia. A nadie imponemos nada planteando la posibilidad de usar baños mixtos, casarnos con quien nos dé la gana o previniendo más violencia sexual carcelaria. Invito a que nos ayuden a entender, como persona a quien sí han intentado imponer todo, cómo es que las comunidades queer o LGBTIQ+, o las diversidades identitarias, estamos “imponiendo” algo a alguien.
