Se acercan las elecciones de Consejos de Juventud, una novedosa y positiva herramienta que permite a las personas que están entre los 14 y los 28 años de edad participar activamente en la concertación, vigilancia y control de la gestión pública de los entes municipales y territoriales. Una escuela de democracia para los líderes en ciernes que existen a lo largo y ancho del país, que están siendo capturados por las innumerables vorágines que rigen una sociedad demasiado diversa para su propio gusto: ejércitos de todo tipo que pagan hoy un salario a la madre a cambio de usar un arma contra el hijo de otra, organizaciones que saben alimentar la ira por encima de la creatividad, empresas que saben encauzar la rebeldía para su propia codicia, medios que saben transformar la vanidad en consumismo, iglesias que saben asustar y medrar en la inseguridad…
El tesoro de la juventud son sus ímpetus, su torpeza liberadora, su visión iconoclasta y descreída, su vigor envidiable. La pasión que nos ayuda a cambiar sin pedir tanto permiso. Pero también la capacidad de asociar libertad con velocidad y egoísmo, que resulta en tanta paternidad prófuga. Tanto muchacho accidentado, tanto gesto épico y vacío de las masculinidades en formación, que ponen el pecho, sin duda, ante la injusticia, la oposición, ante cualquier cosa, pero ponen el pecho para convertirse en una fuente inagotable de héroes que confundieron el carácter con el abismo y se lanzaron igual. Al menos en ese modelo de macho que aún circula y crea logias, bandas, galladas, manadas de muchachos “juguetones” aprendiendo a ser hombres-hombres a costa de los demás, de sí mismos, queriendo salvar un mundo que no les hace caso, que no quiere ser salvado, como la princesa desobediente. Un modelo de macho auspiciado a menudo por madres alcahuetas y padres autoritarios, donde la ternura y la belleza valen a escondidas, porque hay que imponerse y demostrar que la ira es más significativa si se ruge como una bestia, se dan coscorrones y la procacidad es seductora, especialmente en campaña y si hay cámaras.
Los machitos alfa son las crías de los machos del futuro, aquellos que se suben a la tarima y gritan desaforados, aunque tengan el micrófono encendido, los que miran desafiantes todo jurado, los que amenazan devorar a quien ose cuestionar su verdad recién descubierta, universal, obvia, monumental. Fundamental votar por la juventud para asegurar la presencia del futuro en el presente, la sensibilidad y la alegría de quien recién descubre el mundo a su manera. Qué bueno que las verdaderas mayorías controlen las mañas de los viejos, desconfíe de sus marrullas, cuestione su conocimiento caduco. Qué malo si se vota por los cachorros de los matones, que aún nos quieren hacer creer que su masculinidad sabe más porque proviene de una estirpe donde los hombres-hombres siempre saben más, siempre pueden más, y qué le vamos a hacer, por eso deben gobernar más.
Invito a votar por la feminidad y el feminismo joven. Por las nuevas masculinidades. E invito a los jóvenes a identificar y evitar esos machitos alfa en ciernes, que hacen las mismas promesas de un mejor futuro que los machos viejos y acomodados, que sonríen aún sabiendo que serán reemplazados por ellos, inexorablemente, pero también que así se preserva el sagrado orden natural. El que inventaron ellos, por supuesto.