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Pasar del 6 % al 18 % de cobertura forestal en un país en menos de un siglo no es poca cosa, más cuando la deforestación se había acumulado durante milenios, causando la extinción de decenas de especies y, sobre todo, poniendo en riesgo la provisión de servicios ecosistémicos tan valiosos como la calidad del suelo y el agua, sin los cuales no hay whisky, solo para citar un ejemplo. Visitar los highlands recuerda mucho al páramo, por las montañas peladas rezumando cascadas; las turberas, que filtran de manera orgánica la llovizna permanente; los loch, equivalentes a las cochas andinas; las lagunas negras, allá con monstruos legendarios, parte de la biodiversidad imaginada de esa maravilla que es Escocia, un país serio que se propone cumplir sus compromisos adquiridos en el convenio de biodiversidad en medio de los grandes retos que supone una transición energética que no puede obviar un clima áspero de por sí, o el Brexit, al cual siempre se opuso.
El gran obstáculo para recuperar los bosques, curiosamente, no son los productores de ovejas que dominan el paisaje, sino los ciervos introducidos que impiden el crecimiento de cualquier árbol y que, dada la ausencia de depredadores naturales, campea y se reproduce a sus anchas. Solo para este año, el servicio de vida silvestre (que es inexistente en Colombia) requiere sacrificar 50.000 ejemplares, para lo cual se pagará, con cargo a los impuestos (nada de subsidios europeos), una media de 100 libras esterlinas c/u. Se trata de un megaproyecto indispensable para recuperar suelos y ecosistemas silvestres tan amenazados como los bosques de pinos milenarios de Caledonia, las selvas húmedas celtas o los bosques inundados de las planicies del norte. Los venados, indudablemente carismáticos, se han adaptado bien a las praderas productivas en todo el planeta y, como hacen ya los hipopótamos en el Magdalena Medio, construyen su propio ambiente excluyendo las especies que no les interesan, en este caso los árboles, y seduciendo animalistas que sí, si pudieran planearlo.
Los ciervos deforestadores representan un problema complejo ante la opinión pública, que no gusta de la ciencia cuando de tomar decisiones complejas se trata. Pero lo que está en juego es el futuro de Escocia y el resto de su biodiversidad. En Colombia y los otros países amazónicos son los carteles de la apropiación ilegal de tierras, animales más peligrosos, los que amenazan la viabilidad ecológica del territorio, así hayan bajado coyunturalmente las cifras de deforestación: sabemos que son las fuerzas de alias Iván Mordisco las que definen si se tumba o no. La selva es rehén en las negociaciones de la paz.
Entretanto, en el Jardín Botánico de Edimburgo nos reunimos en medio de árboles con follaje atronador, en una mesa circular construida con madera de un caído alrededor de un roble portugués recién plantando, que se espera viva unos mil años. Hablamos de los bosques que llevamos dentro, los que anhelamos, los que inventamos, los que necesitamos. Hablamos del pueblo tucano, de los nukak, en un país de celtas, vikingos y anglos que apenas si alcanzó a recibir influencia romana, y tuvo sangrientas guerras por siglos antes de poder volcarse, en paz, a la construcción de bienestar. ¡Larga vida a los nuevos bosques de Escocia!
