El reciente escándalo acerca de la expedición de normatividad para regular la pesca de tiburones en Colombia fue casi idéntico al de los caimanes aguja en Morrosquillo hace apenas un año e indica cuánta pedagogía y buenas prácticas de comunicación nos faltan. La sensibilidad social respecto al uso de la fauna silvestre está a flor de piel, un efecto positivo de la apropiación de la crisis ambiental en la ciudadanía, pero limitado pues casi nadie entiende el contenido técnico de las decisiones de manejo de especies distantes en ecosistemas apenas imaginados.
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