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Cada individuo tiene la responsabilidad de vivir la vida de la mejor manera posible. Esa responsabilidad empieza en uno mismo y después en las personas con las que convive. Los cambios que queremos generar, tanto en nosotros como en la sociedad, deben arrancar desde cada uno.
Sin embargo, estos cambios no ocurren de manera automática. Requieren de un esfuerzo y una determinación. Ahora que nos acercamos al final del año, muchas personas empezarán a escribir sus objetivos y los cambios que quieren hacer para el nuevo año. Los estudios indican que la mayoría de esos objetivos se abandonan en las primeras semanas del año. ¿Por qué ocurre esto? En general, si estos objetivos no se convierten en hábitos, es difícil que se incorporen en el día a día.
Existen varios libros que hablan de cómo pasar de pensamientos a hábitos. Charles Duhigg en su libro El Poder de los Hábitos describe un ciclo para cambiar hábitos basado en tres etapas: señales, rutinas y recompensas. Las señales se refieren a los elementos que establecen que una rutina va a ocurrir. Las rutinas son las acciones concretas y las recompensas lo que se recibe al hacer la rutina. Para establecer un hábito, es clave enfocarse en la rutina e incorporarla en nuestro quehacer.
Si, por ejemplo, no estamos acostumbrados a reciclar, podemos empezar a cambiar la rutina cuando entendemos el impacto de esta acción. Al tener la botella desocupada, podemos volvernos conscientes de no botarla a la basura sino de guardarla y buscar un sitio donde la podamos reciclar. Esto requiere de un esfuerzo y un cambio en la señal y la rutina. La recompensa viene al pensar que estamos colaborando con el ambiente al no dejar la botella en un botadero por muchos años.
Así, existen muchas acciones que podemos cambiar para mejorar nuestro entorno. Puedo establecer hábitos para hacer más ejercicio, comer mejor o reducir el tiempo de pantalla. También puedo establecer objetivos de cómo me relaciono con otros. Por ejemplo, proponerme saludar a las personas con las que me encuentro durante el día. Esa es una pequeña acción que va generando cambios en mi entorno.
Las pequeñas acciones son a la larga las que van a cambiar el mundo. Si todos respetamos las normas, saludamos, reciclamos y estamos conscientes de nuestras acciones con nuestro alrededor, tendremos un punto de partida importante para luego generar cambios estructurales más grandes. Para lograr implementar esas acciones, debemos ser conscientes de nuestra responsabilidad individual, y para llevar a cabo las acciones, se necesita un esfuerzo constante.
Todos somos responsables de aportar en la generación de una mejor sociedad. Esa responsabilidad se implementa por medio de acciones concretas que hace cada individuo. Y el ser constantes en esas acciones requiere de esfuerzo y determinación. Los invito a que pensemos en objetivos para el 2020 que contribuyan a que podamos construir entre todos un espacio más amplio y menos polarizado, que se caracterice por buenas acciones entre todos, para que desde ahí construyamos un mejor entorno para todos.
