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Del vaticinio a la solución

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Camilo Camargo
10 de mayo de 2021 - 03:00 a. m.
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Con los últimos acontecimientos de nuestro país, mi sensación hoy es que la gran mayoría nos estamos quedando inmersos en el vaticinio de que la situación se va a poner cada vez peor. Viendo los cubrimientos de los medios de comunicación, mordiéndonos las uñas, llenos de ansiedad tan pronto recibimos un video viral que circula por las redes sociales, recibiendo en el teléfono la historia “cierta” que le contaron a alguien, que alguien más le contó y, al final, llenándonos cada día más de pánico.

Existen muchas personas que están manifestando su inconformismo de manera pacífica. Pero también hay un ambiente de incertidumbre del cual muchos se están aprovechando para generar violencia y caos, con la excusa de que están llamando al cambio. Necesitamos cambios, por supuesto, eso no es nuevo. Pero el cambio no se llama con violencia ni violando los derechos humanos, no se llama generando pánico, no se llama desprestigiando a las instituciones, no se llama incendiando y destruyendo todo lo que esté al alcance para tener respuestas ya. Tampoco se llama sentados en nuestras casas en total indiferencia. El cambio se llama sentándose a dialogar, haciendo acuerdos, proponiendo soluciones que de manera constructiva nos lleven a tener el país que queremos. ¿Pero cuál es ese país que queremos? El comportamiento reciente de los actores de esta situación me deja sin palabras y creo que no hay un consenso de qué es lo que se quiere.

Todo esto me recuerda el cuento de Gabriel García Márquez titulado Algo muy grave va a suceder en este pueblo. En él, una madre de familia un día amanece con una sensación extraña, un presagio que le dice que algo muy grave va suceder en su pueblo. Ese sentimiento se convierte en un chisme que se va regando y regando, sembrando la sensación de incertidumbre en todos. Ese voz a voz llega a tal punto que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades, las personas compran comida de sobra para estar preparados y todos observan qué irá a pasar. Como siempre, hace mucho calor, pero la gente sospecha y siente que un calor como ese nunca se había sentido jamás en el pueblo. Baja un pajarito a la plaza, como cualquier otro día, pero la gente sospecha y dice que nunca a esa hora habían bajado pájaros antes. De repente, un señor toma la iniciativa y decide irse de una vez del pueblo. Si él se va, nosotros también, responden otros. Y así, en un abrir y cerrar de ojos se comienza a desmantelar el pueblo. Uno de los últimos en irse prefiere incendiar su casa antes de partir que dejar que caiga sobre ella la desgracia. Otros lo siguen e incendian sus casas también. Todos huyen y la señora del presagio dice: “Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca”.

Yo leo este cuento y me parece estar viendo a nuestro país hoy y cómo los ciudadanos ante la incertidumbre y los problemas salen a acabar con todo porque algo muy grave va a pasar si no lo hacen. El vaticinio se está cumpliendo y algo muy grave está pasando con agresiones por todos lados. Las personas quieren cambios, por supuesto, y son necesarios, pero a punta de violencia no se puede lograr. ¿Entonces cómo?

Los cambios se pueden generar, pero no pensando de manera individual, como siempre. Debemos despertarnos, dejar el individualismo y empezar a mirar más allá de nuestras cuatro paredes para entender la realidad de nuestro país. Un país brutalmente desigual, en el cual la educación nunca ha sido una prioridad. Y cómo lo va a ser si la educación es una apuesta de largo plazo a la que ningún gobernante le dedica tanto esfuerzo porque en sus escasos cuatro años nadie va a ver el impacto. Los gobernantes que elegimos actúan según sus intereses individuales. Cada gobernante que elegimos, con toda la ilusión, desconoce lo que hacen los otros (porque además eso es lo que le pide el pueblo que siempre termina odiando al gobernante inmediatamente anterior) y, en lugar de darles continuidad a políticas que iban por buen camino, las hunde para relucir con las suyas propias, que es obvio que en un periodo de tan solo cuatro años va a ser imposible ver su impacto.

La educación es la respuesta. Eso todos lo sabemos, no es un gran descubrimiento, pero seguimos sin hacer nada al respecto. Por eso es que nos encontramos una y otra vez en el mismo lugar. Por eso es que seguimos con los mismos problemas de siempre una y otra vez, pero en esta ocasión con el vaticinio de que ahora sí algo muy grave va a suceder en este pueblo.

Los problemas en educación también son inmensos y debemos empezar a priorizar. Lo primero, que los estudiantes puedan volver a sus clases presenciales. Allí tendrán la oportunidad de retomar su preparación académica y sus encuentros sociales. Lo segundo, revisemos las competencias básicas de lenguaje, matemáticas y ciencias, para dar bases en el pensamiento crítico. Y tercero, fomentemos la educación en habilidades socioemocionales donde cada quien tenga herramientas para ser empáticos, para leer los contextos y para construir en conjunto.

Mientras tanto, informémonos a través de fuentes confiables, evitemos las redes sociales que llevan a mayor polarización, tratemos de entender las diversas posiciones y perspectivas, y propongamos maneras de empezar a resolver algunos de nuestros problemas. Adicionalmente, seamos conscientes de cómo queremos navegar este periodo, con miedo y odio, o con amor, empatía, esperanza.

Unámonos en los acuerdos fundamentales, dándole prioridad a la educación, de lo contrario nuestro destino será una muerte anunciada, como otro gran escrito de Gabriel García Márquez.

Conoce más

 

Julio(87145)10 de mayo de 2021 - 10:23 p. m.
Señor columnista, su pensamiento, al igual que sus propuestas son bastante inocentes. No es un país dirigido por la madre de Calcuta ni por mismísimo Papa. Aterrice sus propuestas a este país gobernado por el más feroz representante y aupador de la desigualdad, además de admirador de la fuerza y la sangre en las calles.
Julio(2346)10 de mayo de 2021 - 02:24 p. m.
Lo repito: es preferible un dictador inteligente que un presidente bruto y débil para ejercer el poder, pues con el tirano siempre sabremos a qué atenernos, pero con el débil nos llenamos de desconcierto y desaliento por sus constantes y contradictorios cambios de opinión y de rumbo. Por eso prefiero a Uribe que a Duque, porque es preferible lidiar con un potro salvaje que con un burro caprichoso
  • María(60274)10 de mayo de 2021 - 06:26 p. m.
    Pero es que duque es uribe.
Julio(2346)10 de mayo de 2021 - 01:43 p. m.
El "presidente" Duque le ordenó al alcalde de Cali derribar a todas las estatuas del parque de los gatos, porque son los peores enemigos de las ratas.
Contumaz(likt7)10 de mayo de 2021 - 12:55 p. m.
Le sugiero que salga a protestar…súmese a ese cambio que tanto desea…los reformistas no están frente a una pantalla…quejándose.
Atenas(06773)10 de mayo de 2021 - 12:47 p. m.
Y de dicho cuento se desarrolló el cortometraje Presagio, q' bien refiere como señala Ud, de cuán rápido corren los infundios entre la ignorancia. La suya una sosegada columna en medio del berenjenal opinional q' mucho ha propiciado este medio con su evidente sectarismo y de marcadas ligerezas informativas, q' no periodismo serio y objetivo. Lo cual va en contravía de lo q' ud sugiere.
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