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Vivimos en un tiempo en el que ya nadie duda de que la educación va mucho más allá de lo que ocurre dentro de un salón de clase. Sabemos que formar a una persona no se limita a transmitir conocimientos ni a aprobar evaluaciones. Educar es acompañar a los estudiantes en el desarrollo de sus capacidades intelectuales, sí, pero también de su carácter, incluidos sus valores y su desarrollo moral para fortalecer su criterio, su capacidad de comprenderse a sí mismos y de construir vínculos con los demás. Es en ese horizonte que se inscribe la reciente aprobación de la Ley 2491 de 2025, una norma que incorpora la educación socioemocional como componente transversal de los Proyectos Educativos Institucionales (PEI) en Colombia. Como ha dicho el educador Julián de Zubiría, el gran reto no es proclamar buenas intenciones, sino lograr que estas se transformen en prácticas reales y sostenidas en las escuelas.
La ley reconoce que el desarrollo de competencias como la conciencia emocional, la autorregulación, las habilidades sociales y la autonomía no puede ser una tarea secundaria en el currículo escolar. Por el contrario, son competencias fundamentales para la vida democrática, el bienestar individual y la construcción de tejido social. En un país marcado por altos niveles de polarización, desconfianza y problemas de salud mental en niños y jóvenes, esta apuesta no puede llegar en mejor momento.
La norma contempla lineamientos para que las instituciones educativas adapten estos componentes a su contexto, promueve la formación docente en el tema, establece mecanismos de evaluación y seguimiento, y define competencias claras que deben ser trabajadas en todos los niveles escolares. También hace énfasis en que este proceso debe ser gradual, participativo y respetuoso de la autonomía institucional.
Afortunadamente, existen modelos internacionales y experiencias locales que pueden servir de inspiración y guía. Uno de los referentes más sólidos a nivel global es el modelo PRIMED, desarrollado por Marvin Berkowitz del Center for Character and Citizenship en la Universidad de Missouri-St. Louis. PRIMED es un marco para fortalecer la cultura y el clima escolar que se basa en seis pilares fundamentales: Priorización, Relaciones Interpersonales, Motivación intrínseca (I), Modelamiento, Empoderamiento y Desarrollo de una pedagogía en el marco del desarrollo evolutivo (D). En esencia, plantea que la formación del carácter no es un programa añadido, sino una cultura que impregna todo lo que ocurre en la escuela.
El modelo PRIMED insiste en que el desarrollo ético y socioemocional de los estudiantes solo es posible si existe coherencia entre lo que la escuela dice, hace y valora; si las relaciones entre adultos y estudiantes están marcadas por el respeto y la empatía; y si los educadores están formados para modelar aquello que esperan ver en sus alumnos. Además, propone que el modelamiento, la motivación intrínseca y la autonomía sean el motor del aprendizaje ético, y que el currículo esté diseñado de manera acorde con el desarrollo evolutivo. PRIMED ha sido implementado en cientos de escuelas en distintos países, incluidos varios colegios públicos y privados en Colombia, y su evidencia de impacto lo convierte en un referente clave para el diseño de políticas públicas en esta área.
En Colombia, ya existen varias iniciativas que recogen esta visión de enseñanza socioemocional. Un ejemplo inspirador es el programa Navegar Seguro de Alianza Educativa, una red de 11 colegios públicos en administración en Bogotá. Este programa responde a la necesidad urgente de trabajar de manera intencionada las competencias socioemocionales en contextos educativos diversos. Lo hace a través de un modelo de desarrollo progresivo que articula cinco competencias fundamentales: conciencia de sí mismo, autonomía emocional, regulación emocional, relación con los otros y autocuidado.
Navegar Seguro no se limita a ofrecer talleres aislados, sino que promueve una integración transversal en la vida escolar. Se implementa a través de actividades formativas diseñadas por ciclos, que se articulan con áreas como ética, ciencias sociales, educación física y tecnología. Además, se apoya en el trabajo con docentes y familias para generar una cultura compartida de bienestar y cuidado. Uno de sus mayores aportes es su enfoque preventivo frente a riesgos como el acoso escolar, el uso problemático de redes sociales o las dificultades en el manejo emocional. Todo esto convierte a Navegar Seguro en una iniciativa robusta, sostenible y escalable, que demuestra que es posible trabajar el desarrollo socioemocional con rigor y profundidad en el sistema público.
También en el sector privado se han consolidado propuestas coherentes y estructuradas. El Colegio Los Nogales, donde trabajo, ha desarrollado desde hace años un enfoque transversal en educación del carácter llamado FINES (Formación Integral en Valores). Esta línea del currículo se fundamenta en la construcción de valores como elemento esencial para poder hablar de carácter y articula el desarrollo de habilidades socioemocionales y habilidades para la vida con el aprendizaje académico, abordando de manera sistemática dimensiones como el autoconocimiento, la autorregulación, la lectura del contexto y relación con otros y la autogestión. A través de una secuencia de preguntas orientadoras, metas de comprensión y actividades formativas desde prejardín hasta grado once, FINES busca formar estudiantes conscientes de sí mismos, responsables de sus decisiones, empáticos y comprometidos con su comunidad.
Lo más valioso del programa FINES es que no se trata de una asignatura aislada, ni de una experiencia ocasional. Es una propuesta curricular con objetivos definidos por nivel, integrada a la dirección de grupo como un espacio sistemático y curricular, y que además permea otros ámbitos de la vida escolar, incluyendo las clases académicas, las caminatas que recorren el país, y las actividades de Gestión Social. Este enfoque no solo responde a lo que propone la Ley 2491, sino que lo supera, al estar integrado desde hace años en la identidad institucional del colegio como parte de su compromiso con la formación de ciudadanos éticos, críticos y compasivos.
Estas tres experiencias —PRIMED, Navegar Seguro y FINES— muestran que la clave no está en el tipo de institución, sino en la intención pedagógica, el compromiso institucional y la formación de los adultos que acompañan a los estudiantes. Formar el carácter no es un lujo: es una responsabilidad educativa ineludible. Y no basta con incluir nuevas materias; lo esencial es transformar la cultura escolar, los vínculos, las conversaciones y los espacios cotidianos de relación.
Desde esa perspectiva, la Ley 2491 es una oportunidad histórica para avanzar hacia una educación verdaderamente integral. Pero para que tenga impacto real, se deben evitar algunos errores frecuentes en la política educativa colombiana como implementaciones apresuradas, propuestas sin formación docente y currículos cargados de cátedras fragmentadas.
También es fundamental que la ley reconozca y articule las experiencias que ya existen en el país y en el mundo. No partir de cero. Escuchar a quienes han trabajado durante décadas en este campo —desde universidades, colegios, ONGs y redes educativas— no solo enriquecería el proceso, sino que evitaría repetir errores o improvisar soluciones.
Y, sobre todo, es urgente entender que la familia es un actor insustituible en la educación emocional. La escuela es corresponsable, pero la base del autoconcepto, la autoestima, la regulación emocional y la empatía se construye en casa. Por eso, cualquier estrategia nacional e institucional debe incluir acciones formativas con madres, padres y cuidadores. Solo si educamos juntos —escuela y familia— podremos fortalecer en nuestros niños y jóvenes las capacidades que necesitan para enfrentar el mundo actual.
En tiempos en que el malestar emocional, la soledad y la ansiedad afectan a millones de adolescentes en el mundo, Colombia no puede seguir aplazando una respuesta integral. Necesitamos políticas con visión de largo plazo, acompañadas de formación rigurosa, evaluación seria y compromiso colectivo. La Ley 2491 abre una puerta. Ahora, nos corresponde a todos —ministerios, secretarías, colegios, familias, universidades— cruzarla con responsabilidad, humildad y decisión.
Porque formar el carácter no es un complemento: es el corazón mismo de la educación.
