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Empatía, el camino para erradicar el “bullying”

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Camilo Camargo
20 de febrero de 2022 - 05:00 a. m.
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Esta semana nos enteramos del suicidio del niño Drayke Hardman en Estados Unidos, víctima de bullying. Es una historia desgarradora, en la que un joven de 12 años sufrió de acoso escolar continuo y no encontró más opción que quitarse la vida. Sin duda, es un caso que nos genera escalofríos, cuestionamientos y muchísimas preguntas. Además de eso, nos genera una gran tristeza y frustración que entre niños y jóvenes se hagan cosas tan terribles, que lleven a una acción tan determinante como la de Drayke.

El acoso escolar o bullying es cualquier forma de maltrato físico, verbal o psicológico que se da de manera reiterada y repetida en el tiempo. Se puede dar directamente en una institución educativa o fuera de esta, incluyendo redes sociales. Se evidencia a través de agresiones, intimidaciones, amenazas, insultos y aislamientos, entre otras acciones, más comúnmente en los años escolares que van entre los 11 y los 15 años.

El bullying tiene impactos significativos sobre la víctima y consecuencias graves para el agresor. La victima sufre emocionalmente de altos niveles de ansiedad, una baja autoestima, fobia escolar, culpa, bajo rendimiento académico y cuadros depresivos. El agresor empieza a generar unos patrones de comportamiento inadecuados usando formas para relacionarse no sanas. Encuentra un reconocimiento dentro del grupo, lo cual lo lleva a hacer más acciones de ese estilo, y puede perder la sensibilidad y la empatía frente a lo que puede estar pasando con otras personas.

Cuando los niños pierden la empatía con el otro es muy difícil que la situación de bullying se revierta. Es más, lo más probable es que un niño que hace bullying no solo se lo haga a un niño en particular, sino que se lo haga a otros niños en espacios diferentes, como a sus hermanos, por ejemplo, y que ese sea su modus operandi al relacionarse con otros. Y es que la empatía es precisamente el centro de la solución del acoso escolar. Cuando los niños, desde pequeños, desde casa y desde el colegio, han sido expuestos a leer mejor el contexto, a entender que existe un otro que piensa diferente, que se ve diferente y que les gustan cosas diferentes y que no por diferente es malo, sino que cada uno es maravilloso en su diferencia, pueden navegar con empatía el mundo que los rodea.

La empatía no significa pensar igual, significa entender la realidad ajena sin juzgar. Es una habilidad que se aprende como cualquier otra. No la podemos dar por sentado, y es nuestra responsabilidad como adultos adquirirla para nosotros mismos y enseñarla a nuestros hijos y a nuestros estudiantes de manera explícita e intencional. Así como los niños aprenden matemáticas y arte, en sus currículos también tiene que estar la empatía como eje transversal desde temprana edad. En mi concepto esta es la manera más efectiva de erradicar el bullying de una vez por todas. Un niño empático no hace bullying, un niño empático no permite que otros hagan bullying, un niño empático puede reaccionar más asertivamente contra el bullying, unos profesores empáticos van a detectar rápidamente una situación de bullying, unos padres empáticos van a guiar mejor a sus hijos y van a ser mejor dupla con el colegio para enfrentar las situaciones de bullying.

Ahora bien, no todo es bullying. Hay un abismo muy grande entre un conflicto y una situación de acoso escolar y es clave que lo entendamos para poder ayudar mejor a los niños. Mientras el bullying es intencional, el conflicto es incidental, es decir, una situación particular en la cual cualquiera de los dos pudo haber ofendido al otro. El conflicto tiene diálogo, las partes se escuchan y se llegan a unos acuerdos y a una solución. Tener conflictos es de las mejores experiencias que pueden tener los niños en el colegio. Es el lugar perfecto para aprender a escuchar al otro, a exponer el punto de vista de uno, aprender a pedir disculpas y reparar, así como aprender a perdonar. Muchos papás y niños confunden estos dos escenarios y, en su afán de proteger a sus hijos del sufrimiento, les niegan la maravillosa oportunidad para la vida que entrega el conflicto. Papás, no le tengan miedo al conflicto, ténganle miedo al bullying. Al que les hagan a sus hijos, pero también al que hagan los suyos, porque como lo dije, un papá empático va a poder acompañar mejor a sus hijos si una situación así se presenta.

Entonces, ¿cómo se llega del conflicto al bullying? Estos dos no necesariamente están en la misma esfera. El conflicto es una cosa y el bullying es otra. El niño que acosa a otro tiene un problema que lo lleva a herir a otros de manera intencional. Tal vez tiene una situación familiar difícil, tal vez está triste, tal vez viene de un entorno en el que la violencia y el maltrato son aceptadas, puede ser un niño que recibe poca atención o amor en su casa, puede ser un niño que es o ha sido víctima de bullying también y ahora lo está replicando. A veces tiene que ver con lo que vive a diario o con su personalidad. Puede ser que no se da cuenta del daño que causa. Las razones son varias y lo cierto es que al acosar a otro se siente poderoso, lo cual le gusta. Por eso lo sigue haciendo.

Una situación de conflicto fortalece, mientras una de bullying afecta la salud mental a corto y a largo plazo. Diversos estudios de investigación muestran que los niños involucrados en acoso —ya sea que acosen a otros, sean acosados, o que ejerzan ambos patrones— tienen más riesgo de desarrollar depresión.

Todos tenemos responsabilidad en prevenir, identificar y actuar en casos de acoso o de bullying. El camino más claro para trancar situaciones de acoso es, primero, diferenciar lo que es bullying y lo que no lo es y enseñarles a los niños y jóvenes la diferencia.

Segundo, como lo mencioné, trabajar de manera explícita e intencional en la empatía. Ejerciéndola como adultos y aprovechando todas las situaciones que podamos tanto en la casa como en las instituciones educativas. Esto incluye ser muy conscientes de nuestros actos como adultos, como, por ejemplo, no criticar que a mí me gusta el queso y a ti no, o no polarizarnos en cuestiones políticas para enseñarles a los niños a comprender la realidad de los otros y que así mismo a hagan respetar su propia realidad. En este desarrollo de empatía podemos trabajar en reconocer la diversidad y no juzgar a personas distintas.

Tercero, trabajar de la mano entre familias e instituciones educativas en casos donde se dé el acoso, para acompañar tanto a las víctimas como a los victimarios. Son todos jóvenes en formación que requieren de atención y acompañamiento. Tanto las familias como los colegios tienen que actuar para detener el acoso.

La comunicación entre las familias y el colegio es fundamental para poder actuar a tiempo. Paralelo a esto, es fundamental mantener los canales de comunicación entre los adultos, los niños y los jóvenes abiertos, para que se pueda hablar cuando situaciones de este estilo ocurran.

Cuarto, promover espacios de resolución de conflictos y enseñarles a los niños herramientas para que puedan actuar cuando están en una situación de conflicto y/o de bullying. Con estas herramientas, junto con el desarrollo de empatía, los jóvenes irán fortaleciendo sus habilidades para la vida.

Entre todos podemos generar espacios seguros donde los estudiantes se sientan tranquilos y puedan enfrentar los retos que existen. Comprometámonos a trabajar de manera explícita la empatía en nosotros mismos y en los niños y jóvenes que están en nuestras vidas, para que reconozcan que siempre existen opciones para resolver los problemas. Ojalá con esto logremos evitar tragedias como la que ocurrió con Drayke esta semana.

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MARIA(78781)21 de febrero de 2022 - 07:40 p. m.
Excelente artículo para concientizar a los padres que el Bullying si existe ! Siempre atentos a la salud mental de nuestro hijos. Cada vez se escuchan mas casos con desenlaces fatales. Los educadores como usted tienen la experiencia e idoneidad para ilustrarnos en este tema.
rodrigo(3173)20 de febrero de 2022 - 06:57 p. m.
Sorprende que esta excelente columna haya sido tan poco comentada a estas alturas del día , a sabiendas de que a nuestro país el mayor problema que lo aqueja es precisamente la carencia de empatía , lo cual se refleja en los comentarios de quienes aluden opiniones políticas en diversos periódicos , como El Espectador
Atenas(06773)20 de febrero de 2022 - 01:49 p. m.
Cierto. Hube leído sobre esa tragedia y el inconmensurable dolor de los padres q’ no se explican cómo pudo pasar si algo ya había sido notificado el colegio. Inevitable/ pasan tales matoneos de donde se derivan los conflictos o los acosos. El caso es q’ siempre hay uno con aires de gallo fino, e igual se los encuentra a lo largo de la vida y claro q’ carácter hay q’ tener y no dejarse someter.
  • Atenas(06773)20 de febrero de 2022 - 01:54 p. m.
    Y en tal sentido, igual hay un punto q’ no se aborda en esos casos, pues en ciertas casas o padres enseñan a siempre respetar más poco influyen pa cuando sea el caso extremo hacerse respetar; tal extremo de empatía o tolerancia es el punto débil o flaco x donde cacarea ese gallo fino, presume cobardía. Amén de q’ no se instruye pa tener pellejo duro, siempre habrá uno q’ gruñe en demasía.
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