En las últimas semanas he estado analizando la información que sale alrededor del mundo sobre los procesos académicos que se han visto afectados por la pandemia. En las de pruebas estandarizadas sale una y otra vez que los resultados de los estudiantes son inferiores que en años prepandemia. Áreas como matemáticas se han visto afectadas, pero lo que más ha bajado es el tema de lectura.
No solo se ve el impacto en resultados de pruebas, sino que en los salones de clase estamos viendo que los estudiantes tienen menor aguante y paciencia cuando se enfrentan a textos escritos, a instrucciones de lo que deben hacer y a analizar esos textos. Hay muchas razones que pueden afectar estos procesos de lectura y quiero comentar algunas.
La primera es que muchos niños y jóvenes cambiaron la lectura por otros medios de recibir información. Durante estos meses de pandemia, la lectura pasó a un segundo plano. Hubo oportunidades para muchos de ver videos explicando información, de acceder a clases virtuales y de estar expuestos a otros tipos de medios o de recibir explicaciones por WhatsApp. El poco texto al que fueron expuestos los estudiantes fue de una calidad baja, que no desarrolló las habilidades lingüísticas esperadas.
Segundo, en los casos en que hubo lectura, existió una mediación alta por adultos acompañantes. Con la mejor intención de ayudar a los niños, muchos adultos en casa empezaron a acompañar a los estudiantes en sus procesos de lectura. Esto se traduce en que el esfuerzo hecho por los estudiantes en la adquisición de esta habilidad se redujo sustancialmente. Cuando antes un estudiante tenía que hacer el esfuerzo por decodificar lo que estaba trabajando, en estos meses tuvo un mediador que le hizo parte de ese trabajo. Esto les quitó la oportunidad a muchos de desarrollar una habilidad que en muchos casos ya venía en decadencia.
Tercero, la lectura por placer ha sido desplazada por redes sociales. Si antes los niños y jóvenes leían por interés propio, ahora aumentaron su tiempo en pantalla usando aplicaciones de redes sociales como TikTok o Instagram, que manejan la gran mayoría de sus contenidos a través de videos. Esto quiere decir que hay muchas menos oportunidades para que los estudiantes lean por su propio interés y la competencia con redes sociales es una batalla casi perdida.
El resultado de este fenómeno es una generación de estudiantes que tienen menores capacidades de lectura y, por ende, menos elementos relacionados con el desarrollo de habilidades lingüísticas. El impacto de esto se verá reflejado en la capacidad de aprender a aprender, de tener comprensión de textos en otras áreas de conocimiento y en la posibilidad de que una población que ya venía con pocas habilidades lectoras pueda ir avanzando aún más. En conclusión, una verdadera tragedia.
¿Qué podemos hacer al respecto? Muchísimas cosas. Lo primero es generar conciencia sobre esta problemática. Desde ahí podemos empezar a generar una política pública que promueva y fomente la lectura en los niños y jóvenes. Esto debe llevar a una estrategia en la que todos motivemos la lectura entre nuestros jóvenes.
En casa y en el colegio, los adultos podemos exponer a los niños y jóvenes a leer mucho más. Lo primero es el ejemplo. Cuando en casa los adultos dejan sus pantallas y encuentran un espacio para la lectura, es más probable que los niños y jóvenes los sigan y adopten el hábito de manera natural. Existen bibliotecas públicas maravillosas que nos dan acceso a materiales para todas las edades. En muchos colegios existen bibliotecas con excelentes libros. Con esto podemos empezar a motivar la lectura en diferentes momentos, invitando a balancear exposición a pantallas con los libros y lecturas físicas. En algunos casos podemos invitar a leer a través de las pantallas, pero esto debe ser muy acompañado.
Ya con los materiales podemos generar conversaciones sobre lo que están leyendo. Se busca desarrollar tres niveles de comprensión lectora: textual, inferencial y crítico. En el nivel textual se busca que el lector pueda reconocer información explícita del texto. En el nivel inferencial el lector puede relacionar el significado del texto con sus experiencias propias y sus conocimientos previos, sacando conclusiones. Y en el nivel crítico el lector logra usar sus experiencias y conocimientos para emitir opiniones sobre el texto. Nuestras conversaciones como adultos pueden ir encaminadas a fomentar esos tres niveles de comprensión, lo cual ayudará a los niños y jóvenes a ir desarrollando su capacidad de interactuar con lo que están leyendo.
Lo principal en este momento es darnos cuenta de la envergadura de este problema y que entre todos empecemos a motivar la lectura mucho más, por el bien de nuestros niños y jóvenes y sus capacidades de aprender y de pensar críticamente. Tenemos un reto grande a futuro que se puede subsanar empezando nuevamente a leer.