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La verdad en tiempos de ruido

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Camilo Camargo
26 de junio de 2025 - 05:00 a. m.
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Vivimos en un tiempo en el que todo parece cambiar a una velocidad vertiginosa. El conocimiento se transforma cada día, las certezas se erosionan, las verdades se cuestionan, y el éxito —esa palabra que tanto escuchamos— parece cada vez más frágil, más volátil, más externo. En medio de ese ruido constante, ¿cómo encontrar un camino que sea verdaderamente nuestro? ¿Cómo tomar decisiones que valgan la pena? ¿Cómo saber si lo que estoy recibiendo es cierto?

Una posible respuesta está en recuperar un compromiso con la verdad. En un mundo donde parece haber datos para defender cualquier postura, donde lo que se viraliza no siempre es lo más cierto, la verdad se ha vuelto un terreno resbaladizo. Pero precisamente por eso, es más urgente que nunca asumir que la verdad no es simplemente lo que más se repite, ni lo que genera más clics o más likes. La verdad se construye con responsabilidad, con apertura y con ética. No se trata de imponer verdades únicas, sino de aprender a buscar con honestidad intelectual lo que se sostiene con argumentos, con evidencia y con humanidad.

Hoy, vivimos rodeados de datos. Se celebran como la gran promesa de objetividad. Sin embargo, un dato por sí solo no es la verdad. Puede ser manipulado, sacado de contexto, presentado de manera interesada. En manos de quienes quieren convencer en lugar de comprender, los datos se convierten en herramientas para construir narrativas cómodas, no necesariamente ciertas. Por eso, conocer no es acumular cifras, sino comprometerse con ellas, comprender sus límites y preguntar siempre: ¿qué me están mostrando?, ¿qué están dejando por fuera?

El desafío no está solo en los datos, sino también en los canales a través de los cuales los recibimos. Las redes sociales y los medios de comunicación han transformado la manera en que accedemos a la información. Lo inmediato se impone sobre lo profundo, lo escandaloso sobre lo cierto. En ese entorno, la verdad pierde terreno frente a la emoción. Lo que nos hace reaccionar rápidamente tiene más valor que lo que nos invita a pensar lentamente. Y cuando la lógica que gobierna nuestras conversaciones es la del algoritmo, la pluralidad se empobrece, el disenso se convierte en amenaza y el pensamiento se vuelve superficial.

Frente a todo esto, encontrar la verdad es una forma de resistencia. Y también, de responsabilidad. Porque buscar la verdad es tener el coraje de hacerse preguntas difíciles, de reconocer lo que no sabemos, de cambiar de opinión cuando aprendemos algo nuevo. Es entender que pensar críticamente no es atacar al otro, sino una forma profunda de respeto. Es aceptar que la verdad no siempre es cómoda, pero que sin ella no hay justicia, ni convivencia, ni comunidad posible.

La educación tiene un rol fundamental en este proceso. Educar no puede reducirse a transmitir contenidos ni preparar para pruebas. Educar hoy, más que nunca, implica formar ciudadanos capaces de discernir, de cuestionar, de construir criterios propios. Implica crear espacios donde se valore la duda y no solo la respuesta rápida; donde equivocarse sea parte del proceso de comprender; donde el pensamiento crítico no sea una habilidad secundaria, sino un pilar esencial.

Pensar críticamente no significa desconfiar de todo, ni asumir que todas las versiones son igualmente válidas. Significa estar dispuestos a contrastar fuentes, a analizar argumentos, a poner a prueba nuestras creencias sin aferrarnos a ellas como dogmas. Significa entender que defender lo que creemos justo exige tanto firmeza como humildad.

Y también significa ir más allá de la superficie. Porque la verdad rara vez se encuentra en los extremos, en los eslóganes, en los simplismos que nos ofrecen explicaciones fáciles para problemas complejos. La verdad suele estar en el matiz, en el contexto, en la escucha. En un mundo que premia lo instantáneo y lo superficial, detenerse a pensar es un acto valiente. Pero es precisamente ese tipo de valentía el que necesitamos para construir una sociedad más justa.

No se trata de volvernos expertos en todo, sino de desarrollar una actitud frente al conocimiento y frente a la información. Una actitud que combine escepticismo sano con apertura, y curiosidad con rigor. Una actitud que nos permita no “comer entero”, sino preguntarnos: ¿de dónde viene esto?, ¿qué evidencia lo respalda?, ¿quién gana con que yo crea esto?

Tenemos herramientas para hacerlo. Podemos aprender a verificar fuentes, a comparar perspectivas, a identificar sesgos, a detenernos cuando algo nos indigna o emociona demasiado rápido, porque muchas veces lo que se viraliza ha sido diseñado precisamente para eso: para manipularnos. Podemos y debemos conversar más, especialmente con quienes piensan distinto. Porque en ese intercambio puede nacer una comprensión más rica y, quizás, más cercana a la verdad.

Hoy más que nunca necesitamos una ciudadanía comprometida con la verdad. No una verdad única e inamovible, sino una verdad construida en diálogo, con respeto, con argumentos y con voluntad de comprender. Una verdad que no divida, sino que nos permita encontrarnos desde nuestras diferencias. Una verdad que no se use como arma, sino como puente.

Esa es la tarea. Esa es la responsabilidad. Y también, el privilegio. Porque buscar la verdad es una forma de dignidad. Es una forma de libertad. Es una forma de cuidar lo que somos y lo que podemos llegar a ser.

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Sigi(77234)03 de julio de 2025 - 11:18 p. m.
Es tan impecable esta columna, que traiciona el principio del pensamiento critico: La duda metòdica, sana y permanente, pues los argumentos que plantea no dan lugar a ningùn tipo de discusiòn
Ernesto Colmenares(26335)28 de junio de 2025 - 03:19 a. m.
Super constructiva y meditada su columna. Gracias. Y eso que me tome mi tiempo para resolverme a leerlo.
RODRIGO LOPEZ(21973)27 de junio de 2025 - 04:29 p. m.
¡Qué comentario más hermoso y edificante! Muchas gracias, don Camilo.
Astrid Vallejo(60305)26 de junio de 2025 - 07:51 p. m.
Magnífica columna
Ramón Gómez Peña(23795)26 de junio de 2025 - 06:32 p. m.
Excelente columna. Hay que tener presente el fenómeno de: "la tiranía del Editor". El que edita, generalmente impone su perspectiva, especialmete los grandes medios editan de acuerdo a los intereses de quien o quiénes representan.
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