Publicidad

No todo vale

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Camilo Camargo
06 de junio de 2021 - 03:00 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Durante las últimas cinco semanas hemos estado viviendo una situación compleja en nuestro país. Miles de personas han salido a las calles a mostrar su inconformidad con la forma como se están llevando las cosas. Después de 15 meses de pandemia, muchas estadísticas muestran que Colombia ha aumentado sus brechas en diversos frentes, incluyendo educación, empleo e ingresos, entre otros. El nivel de pobreza ha vuelto a cifras de hace 10 años, el desempleo ha aumentado de manera considerable y la salud mental de toda la población se ha visto afectada por un prolongado encierro y diversas restricciones.

Todo esto, sumado a un amplio descontento, ha generado marchas y protestas que llevan a una profunda reflexión sobre el rumbo de nuestro país y cambios que mejoren el panorama hacia el futuro. Hasta este punto, la protesta es válida y debe promover diálogos a todo nivel.

Desafortunadamente, de la mano del paro, se ha ido generando un sentimiento de anarquía, en el que está la percepción de que cada persona puede hacer lo que quiera, sin tener en cuenta un aporte colectivo que sume a nuestra sociedad en vez de restarle. Acciones como bloqueos constantes, ataques a edificios, saqueos, grafitis por todos lados, vandalismo, entre otros, tienen que ser repudiados y no deben ser parte de la protesta.

El tema de derechos humanos ha sido uno de los más complejos. Por un lado, se ha hecho un excesivo uso de la fuerza por parte de algunos miembros de la Fuerza Pública. Por otro lado, ha existido una provocación de algunas personas hacia la Fuerza Pública, llegando al punto de ¡atrapar a policías en un CAI mientras este se quemaba! Adicionalmente, se han visto civiles usando armas de fuego sin control.

Al tomar una foto del estado en el que está el país, además de ser muy desconsolador, se ponen en evidencia las grandes contradicciones de estas manifestaciones.

Lo primero es cómo las personas más afectadas por el paro son las más vulnerables. Al trancar el servicio público, millones de habitantes han tenido que caminar largas horas para llegar al trabajo y a sus casas. ¿Es esto justo?

Por otro lado, el paro busca promover mayores oportunidades de empleo. Después de muchos meses de pandemia, rematados por cinco semanas de paro y de bloqueos, varias empresas tendrán que cerrar sus puertas, generando mayor desempleo.

El país está en su peor pico de pandemia, con más de 500 muertes diarias y con las UCI a reventar. Los médicos no dan abasto y tratan de ayudar de la mejor manera, pero probablemente se sienten totalmente abandonados y desacreditados al ver a miles de personas en la calle gritando, bailando y rumbeando.

Los docentes de Fecode se niegan a volver a clases después de 15 meses en los que las brechas en educación se abren cada vez más. Ellos argumentan que los colegios no tienen las condiciones de bioseguridad para regresar y, mientras tanto, celebran un mes del paro con un concierto que aglomera a miles de personas y que seguro mantendrá los niveles de contagio de COVID-19 en pico. Adicionalmente, los estudiantes de colegios públicos, que ya habían tenido una disminución en la calidad de su educación, llevan seis semanas sin ninguna actividad a costa del paro.

Se pide a la ciudad que mejore el sistema de transporte, que genere un espacio habitable y bonito, y al mismo tiempo se destruye lo que se encuentra. El costo de reparar los daños causados será gigantesco y se pudo haber usado para mejorar la educación, la salud y muchas de las otras cosas que se piden a través de la manifestación.

Lo peor es el sentimiento que tienen algunos de que el paro les da derecho a bloquear vías, inclusive a cobrar para pasar. Esto, con un alto índice de violencia, amenazas y generación de miedo.

Adicional a todo esto, está el tema de salud mental. Si bien ya se veía afectada por la pandemia, la situación que vive el país está generando una crisis mental de proporciones nunca antes vistas. En los niños se evidencia un gran miedo a salir a la calle y en muchos adultos la desesperanza de que el país pueda prosperar está presente.

Algunos jóvenes han encontrado en las marchas un espacio para socializar. Solo es ver una foto del monumento de Los Héroes, con carritos de comidas, música, consumo de alcohol, entre otras cosas. Ese encierro tan prolongado tiene un descanso para muchos en esta gran fiesta. Pero la situación no es coherente con el mayor pico de la pandemia.

¿En qué momento se nos olvidó que estamos en un punto en el que no hay disponibilidad de UCI y la gente está muriendo diariamente por el COVID-19?

Si bien el paro ha generado espacios valiosos de reflexión, nuestra sociedad también ha perdido mucho. La institucionalidad está en el piso. La credibilidad del Gobierno, de la Fuerza Pública y de la capacidad de cuidado de la sociedad están en sus niveles más bajos de popularidad. No existe confianza en nadie y, de cierta manera, se ha validado esa anarquía en todo el país.

¿Qué podemos hacer con esta situación tan grave y con tantas incoherencias?

Lo primero es darnos cuenta de que estamos en un espiral en caída que debemos detener. Y lo segundo es ser conscientes de que no todo vale.

Toca empezar a recuperar la confianza entre todos. Esto se va logrando con un diálogo abierto entre los diferentes miembros de nuestra sociedad. Pero para que el diálogo prospere debemos volver a los principios fundamentales de coexistencia, donde reconozcamos los derechos de todos: el derecho al trabajo, a la educación y a la salud. ¿Podemos buscar espacios de protesta? Por supuesto, pero que no afecten a millones de personas cada día y que no desconozcan que ¡estamos en la peor crisis de salud del mundo en los últimos 100 años!

Si partimos de la base de que no todo vale y volvemos a unos principios de creación colectiva, donde respetemos la protesta sin agresiones, los bienes públicos y los derechos de todos, podemos empezar a reconstruir nuestra sociedad y nuestro país, llevando a un futuro mejor para todos.

Video Thumbnail
Conoce más

Temas recomendados:

 

Jorge(75346)06 de junio de 2021 - 11:11 p. m.
Suspendan los bloqueos. No demos más papaya a estos bandidos del gobierno
  • María(60274)07 de junio de 2021 - 02:17 a. m.
    Papaya? duque es el que se tiene que rendir, es su trabajo atender al pueblo, más cuando los reclamos son justo.
Julio(2346)06 de junio de 2021 - 02:44 p. m.
Santos se marginó del uribismo porque sabía que el partido del "Todo vale" usaba estrategias "non santas". Y es evidente que el vasallo Duque no puede desligarse de Uribellaco porque su situación es la misma que los que practican el esquí acuático: si se desprenden de su remolcador se hunden.
Julio(2346)06 de junio de 2021 - 02:38 p. m.
Es obvio q' la violencia no debería ser la única manera de solucionar los problemas, pero ése es el método que prefirió nuestra plutocracia represiva q' ahora pide calma, bastante tarde, cuando el pueblo desesperado se cansó de poner la otra mejilla y ahora responde a un bofetón con un puñetazo. El caos actual se hubiera evitado si el gobierno hubiera sido menos intransigente y mezquino.
Julio(2346)06 de junio de 2021 - 02:31 p. m.
Acallar a los opositores no es otra cosa que el conocido !TAPEN, TAPEN! del partido del "Todo vale": !O SE CALLAN O LOS CALLAMOS!
Julio(2346)06 de junio de 2021 - 02:24 p. m.
Colombia es un bello país, lo único malo es que está lleno de colombianos, y peor aún, de uribestias que creen que todo vale, porque a ellos Colombia les importa un culo...mbia.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.