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El gobierno de EE. UU. señala, con toda la razón, que Colombia está nadando en coca, y si como sociedad no tomamos la decisión valiente de acabar radicalmente con las economías ilegales, Colombia no será viable. Veamos las cifras: el Gobierno Santos, en su negocio con las FARC y a pesar de estar a dos años de quedar sin coca, terminó desmontando la política antidrogas y frenando la fumigación. Gracias a esto, y según cifras de la Oficina de las Naciones Unidad contra la Droga y el Delito (UNODC) aumentamos 121.000 hectáreas (ha), pasando de 48.000 en el 2013 a 169.000 en el 2018.
En el Gobierno Duque hubo una masiva erradicación manual y forzosa de casi 120.000 ha/año, y aun así el incremento fue de 61.000, demostrándose que es insuficiente la sola erradicación forzosa sin fórmulas de sustitución de cultivos y sin una masiva aspersión.
Petro desmontó la erradicación masiva con cifras que rayan en la burla. Primero propuso erradicar 50.000 ha por año, reduciéndolas a 20.000 en 2023, y para el 2024 la meta era erradicar 10.000 ha/año, que tampoco cumplió. Frente al monto total de ha en el 2023, UNODC reportó 253.000, pero con un aumento del 53 % en la producción potencial, dada la agroindustrialización del cultivo. Actualmente, la cifra es de más 300.000 ha, pero hay datos informales de buena fuente que ya cruzamos las 400.000.
Así pues, los EE. UU. está en lo correcto al culpar del aumento especialmente a este Gobierno. Los carteles premiados por Petro, cuyos integrantes son gestores de paz o son ensalzados en tarimas, o los que aparecen relacionados con el “cartel de la Picota” mínimamente investigado por su fiscal, o los abiertamente cercanos al régimen de Maduro, tienen que estar agradecidos; imposible un presidente que les haya concedido más. Mientras tanto, las poblaciones de estas zonas están desplazadas o esclavizadas, pues la política de “sembrando vidas, desterramos el narcotráfico” ha sido exactamente lo contrario: ha crecido el reclutamiento de niños, el asesinato de lideres sociales y la violencia para impulsar el narcotráfico. Su potencia de la vida no pasa de ser un mentiroso eslogan populista. Colombia no necesita esta retórica barata de Petro, que calla el aumento de la producción e insiste en que al disminuir la tasa de crecimiento de un año al otro su política de no hacer nada es exitosa.
Partiendo de las propuestas de Valiente es Dialogar, con algunas adaptaciones personales, necesitamos una política antidrogas que se enfoque en rápida sustitución con gradualidad, acompañado de concertación y veedurías con comunidades, pero con la certeza del logro. Combatir el eslabón violento y quitarle el fruto de sus economías criminales, asperjar y erradicar para inmediatamente sembrar cultivos especialmente de tardío rendimiento y pagarle un mínimo al campesino que SÍ erradique, NO resiembre y que SÍ sustituya con cultivos comerciales creando nodos productivos de café, cacao palma y otros, trabajados entre asociaciones de campesinos y grandes productores.
Finalmente, tenemos que invertir en vías, electrificación, conectividad, justicia, salud y educación, que habiliten el desarrollo territorial transformando zonas completas como el Catatumbo, Tumaco, Norte del cauca, Patía, etc. Pero claramente no será en este Gobierno, porque le tiene que cumplir al cartel de la Picota.
