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Durante dos años largos, un grupo de casi 80 personas de 19 instituciones de educación superior con más de 380.000 estudiantes, así como asociaciones empresariales y expertos convocados por Connect Bogotá, la Universidad Javeriana y el Foro de Presidentes, han venido trabajando en el futuro de la educación superior en un ejercicio denominado Diálogos de futuro. Se analizó el entorno colombiano, su atraso regional, conflictos sociales, necesidad, inclusión, diversidad y género, temas ambientales, flexibilidad normativa, articulación con el PND y articulación con el sector productivo, entre otras. Se miraron los retos globales de cara al futuro como hiperconectividad, crisis alimentaria, ambiental y climática, violencia, migración, inequidad, desarrollo tecnológico, nuevas tecnologías, cambios de relaciones de poder, envejecimiento poblacional, etc. Se alineó el trabajo frente a compromisos planteados por la Unesco en su tercer congreso de educación superior en Barcelona. Este proceso permitió ver la educación superior como un ecosistema, planteando el reto de desarrollar una política pública que aborde un problema sistémico, dinámico, de alta complejidad que requiere método, contexto local y global, inclusión, diversidad y equidad. Basado en un proceso de diálogo generativo con las metodologías de Otto Sharmer y escuchando a diferentes actores, se llegó a cuatro escenarios de futuro, resultantes de cruzar una formación integral articulada centrada en construcción de ciudadanía vs. una educación desarticulada centrada en lo cognitivo. Estos ejes se contrastaron con la posibilidad de un desarrollo incluyente y sostenible que valora lo local vs. un desarrollo excluyente enfocado solo en crecimiento económico.
El ejercicio plantea como propósito colectivo “promover la calidad de vida de todos y aportar a un desarrollo incluyente y sostenible del país y sus regiones, a partir de una formación integral, transformadora, innovadora, de excelencia, interdisciplinaria y de calidad”. El fondo y resultado del proceso es lograr que las IES sean motores de transformación para las regiones, en lo sociocultural y económico, teniendo en cuenta los retos que plantean las tendencias locales y globales. Deben ser espacios de inclusión étnica, de género, de ideologías, que reconozcan saberes ancestrales y entiendan la importancia de promocionar las regiones. Estas instituciones se convierten en nodos de diálogo colectivo, sistémico, transformador para las regiones, en un trabajo conjunto entre universidad, empresa, Estado y sociedad. Para esto es necesario propender por la autonomía y diversidad universitaria en entornos cambiantes, impulsar el “aprender a aprender” e integrar conocimientos ancestrales en procesos formativos. Estos espacios deben formar no solo el ser, sino el hacer y saber profesional y técnico. Formar en democracia, ciudadanía crítica, responsable y ética. Debe tener un financiamiento del sistema mixto y en general apertura, flexibilidad y fluidez. Estos son algunos retos de cara al futuro, para lo que será necesaria la participación y concertación no solo de estudiantes y docentes, sino la de centros de pensamiento, sector productivo y universidades públicas y privadas, entre otras.
