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Bajo las banderas de una supuesta justicia social, igualdad, liberación campesina, sociedad sin clases y antiimperialismo, etc., el “social(ismo) comunismo” ha cometido parte de los crímenes más atroces de la humanidad. Recordemos a Stalin, inspirador de líderes de izquierda en Colombia, que realizó la gran purga entre 1936-1938 con cerca de 800.000 ejecuciones, sus hambrunas inducidas, el Gulag, la tortura generalizada, las desapariciones, sus asesinatos calculados entre 9 y 15 millones.
Mao Zedong, iluminador de otros lideres colombianos, con supresión de contrarrevolucionarios, ejecuciones políticas, hambrunas, campos de reeducación y trabajo, el consenso académico habla de entre 65 y 70 millones de muertos. Camboya, bajo los Jemeres Rojos liderados por Pol Pot, implementó un comunismo agrario que resultó en un genocidio exterminando entre 1,7 y 2 millones, cerca de la cuarta parte de la población.
Pero cerca, la Cuba de Fidel Castro, con su justicia revolucionaria, implementó torturas, campos de trabajo forzado y pelotones de fusilamiento que, según historiadores y HRW, hasta los años 70 alcanzaron entre 2.000 y 5.000 muertos, sin contar los miles de prisioneros políticos, detenciones arbitrarias a opositores del régimen que solo produjo miseria y hambre.
En nuestro vecindario, la “Revolución Bolivariana” de inclusión social, igualdad y soberanía antiimperialista, con discursos progresistas que enfatizan derechos sociales y empoderamiento popular, ha recurrido a masivas violaciones de derechos humanos, detenciones arbitrarias y el robo descarado de las elecciones. HRW y otras fuentes estiman que los muertos por las fuerzas de seguridad, especialmente FAES, suman más de 18.000; su represión ha sido brutal, el Helicoide da cuenta de lo peor de las torturas, como lo narró el presidente del Premio Nobel, sin contar con los casi nueve millones de venezolanos que huyeron de su país. Detrás de Maduro están Rusia, Cuba, Irán, Hezbolá. El régimen venezolano es criminal, y lleva muchos años nutriéndose de narcotráfico y minería ilegal en una cleptocracia perfecta.
Y en Colombia, las FARC, con inspiración marxista leninista que supuestamente promovía la justicia social y defendía a los campesinos, durante más de 50 años realizó alrededor de 100.000 asesinatos, en su mayoría de campesinos…, 20.000 secuestros, reclutaron al menos 18.677 niños, ejercieron violencia sexual, manejaron campos de concentración y se han burlado de las víctimas y su reparación. Y ahora tenemos un presidente que se jacta de haber sido guerrillero, defiende al régimen venezolano, a Cuba, y da rienda suelta al crecimiento de grupos criminales con su fracasada “Paz Total”. ¿Qué costo electoral tendrá esto en las próximas elecciones? Y frente al candidato Cepeda, ¿cuál es su postura frente a dichos temas, su verdadera cara y el equipaje político?
Es curioso, por decir lo menos, la algarabía de la izquierda contra la derecha en los regímenes democráticos, pero el silencio cómplice y la connivencia frente a las dictaduras de izquierda y la violación sistemática de los derechos humano. No creo que sea casual la negativa de Cepeda a participar en debates públicos con los demás precandidatos, como lo afirmó cuando ganó la consulta.
