La prganización sindical gremial Fecode, filial de la CUT (que juntas no representan más del 3 % de la población laboral del país), en lugar de abogar por un sindicalismo moderno, preocupado del desarrollo nacional y de la calidad de la educación, se comporta como un partido político, brazo del Pacto Histórico. Sus luchas se centran en denunciar un supuesto modelo neoliberal, promover una visión estatista, enraizada en una necrofilia política, que ensalza los invisibles logros de una economía comunista estatal, denuncian al FMI, BID, Banco Mundial y OCDE como organismos que solo promueven el crecimiento de las transnacionales y del trabajo precario. Rechazan además cualquier injerencia privada en la educación, la salud y las pensiones. Sin embargo callan frente al fracaso de su modelo en Venezuela, Cuba, Nicaragua y Argentina, y frente a los abusos y desplazamientos de los campesinos promovidos por las FARC y su reclutamiento de menores. Presentan los escándalos que han develado los propios militantes y parientes de Petro como una confabulación de la extrema derecha que quiere derrocar al presidente, cosa absurda. Este partido radical sueña con un control total de la economía a través de los sindicatos politizados, no aceptan el diálogo democrático ni las observaciones juiciosas para no estatizar los recursos de la salud, no examinan los argumentos que demuestran que la reforma laboral presentada, lejos de crear empleo, promoverá la informalidad y pretende el control sindical de la economía. Todos los argumentos se invalidan con argumentos peregrinos, como que son propuestas de partidos tradicionales, neoliberales, apoyados por medios que protegen grandes privilegios.
El caso de Fecode es patético, sus propuestas se centran casi exclusivamente en reivindicaciones gremiales de los docentes y la infraestructura escolar, mientras evaden las preguntas pedagógicas esenciales. Pero son los primeros en promover paros, marchas, protestas, jornadas de reflexión y desobediencia civil.
Un estudio de la Javeriana calcula que al año se presentan 72 días de paros de profesores, lo que equivale al 35 % de tiempo de clase. “Pusieron primero su activismo político que la vocación de educadores”. Si a esto sumamos un estudio de Saavedra y Forero (2018), que sostiene que gran parte de los estudiantes con bajo desempeño académico en bachillerato terminan en carreras de educación. El resultado es que en las pruebas PISA tenemos grandes brechas frente a los países de la OCDE, nuestros estudiantes de 15 años cuentan con 2,5 años menos de escolaridad con respecto a uno promedio de la OCDE. “Más de la mitad de los estudiantes de grado noveno no entienden bien lo que leen y dos terceras partes obtienen el nivel más bajo de desempeño en matemáticas”. Los resultados son francamente malos y el progreso mínimo, pero Fecode no asume ninguna responsabilidad, a pesar de que son sus docentes quienes imparten esta mala educación, no los deja evaluar y frena todo cambio que no sean mejores salarios o edificios. Esto deriva en que la calidad de la educación privada sea significativamente mejor que la de la pública, que debiera ser la puerta a la movilidad social y eso no está pasando. ¿Vamos a seguir aceptando como sociedad civil un sindicato de docentes ideologizante y con desprecio por los resultados de aprendizaje?