La ministra de trabajo dice que “el programa de este Gobierno está orientado a industrializar la ruralidad como motor del desarrollo, la asociatividad, la economía solidaria popular”, etc. Para que eso sea realidad, más que un tuit o buenas intenciones se requieren sólidas políticas públicas, articulando sobre todo formación de capital humano, transformación tecnológica, acumulación de capital y modernización productiva, tanto en las medianas y grandes empresas como en los millones de pequeños negocios. Esto debe ser trabajado de forma ambidextra entre sectores modernos formales que los hagan avanzar y diversificar, y paralelamente transformar los casi siete millones de micronegocios que dan cuenta de casi la totalidad del 60 % de la informalidad en Colombia. Bienvenidas las medidas que favorezcan la asociatividad y la economía solidaria y popular.
En el sector moderno, las políticas deben orientarse a que las empresas crezcan, aumenten su valor agregado y diversifiquen su producción, actuando sobre empresas existentes y atracción de nuevas, desarrollando sectores y regiones claves. En cuanto al capital humano, la transformación de las competencias productivas en el sector moderno se logra sobre todo vía formación universitaria en IES y también técnica y tecnológica para los empleados, transformando las competencias conceptuales, mientras que en los micronegocios esta transformación se logra fundamentalmente vía formación para el trabajo, en un aprender haciendo (conocimiento procedimental). Es central lograr avances en la implementación del Sistema Nacional de Cualificaciones y el subsistema de formación que, mediante formación técnica y vocacional, desarrolla las competencias que requiere el mercado laboral. En lo tecnológico, el cambio se logra cuando el aparato productivo adquiere nuevas capacidades tales como adaptar nuevas tecnologías, articular el conocimiento científico con el sistema productivo, vía imitative adaptation, nuevos procesos de producción, nuevos productos que amplíen el product space, nuevos mercados y formas de mercadear, nuevas materias primas, nuevas formas de administrar. Para lograr esta ambidextralidad, en los sectores modernos se precisan centros de investigación, transferencia de tecnología y modernización del aparato productivo, mientras que en las microempresas se logra sobre todo impulsando el extensionismo tecnológico. Finalmente, esta transformación debe estar complementada con medidas que favorezcan acumulación de capital físico, modernización industrial, con el rol de los bancos de desarrollo alargando plazos y aplanando tasas.
En desarrollo de esta “industrialización” y en total contravía, sorprende el cambio que propone el Mintrabajo con su reforma laboral. Con un enfoque cargado de sesgo contra el sector productivo y reproduciendo obsoletas discusiones de lucha de clases y fracasado socialismo, el Gobierno presenta un proyecto de ley que hace más rígida y costosa la relación laboral y solo favorece intereses sindicales, que representan menos del 5 % de la población laboral. En resumen, con la disculpa del cambio y una supuesta industrialización, se presenta un proyecto que obedece a intereses políticos sindicales, pero que no genera empleo, ni industrializa, ni les ayuda a los informales y frena la posición competitiva de las empresas. Bienvenidos al cambio, pero para peor.