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Populismo, camino a la autocracia

Carlos Enrique Moreno
29 de mayo de 2022 - 05:30 a. m.

El libro La revancha de los poderosos, de Moisés Naím, permite entender el peligroso camino que corre Colombia. Relata cómo POPULISMO, POSVERDAD Y POLARIZACIÓN han sido usados en las últimas décadas por autócratas para llegar y atornillarse en el poder, como Castro, Chávez, Maduro, Erdogan, Putin, Ortega y la Kirchner, entre otros. “El populismo hay que entenderlo sobre todo como una estrategia para obtener y ejercer el poder”. Afirma: “Los populistas pintan la imagen de un terreno político claramente dividido en dos bandos: la élite corrupta y codiciosa, y el Volk: el pueblo puro pero traicionado y agraviado”. Entre las herramientas del populista para llegar al poder están el catastrofismo: “en un pasado dominado por la élite antipopular no hay nada redimible”; la criminalización de los rivales políticos: “los adversarios políticos no son conciudadanos con distintas opiniones, sino delincuentes que deben ir a prisión”; el desprecio por los expertos: “el populismo vive en un mundo de fe e instinto, no de datos y ciencia”, que da pie a propuestas absurdas envueltas en pseudoaritmética para validar la insensatez; la permanente erosión del sistema de pesos y contrapesos, acompañada del mesianismo donde la fuerte personalidad del populista es “la respuesta a la lucha contra las élites que oprimen al pueblo”. En este marco, la polarización y la posverdad, que va más allá de la simple mentira, son un continuo proceso narrativo que enturbia las aguas para que “sea difícil distinguir la diferencia entre la verdad y la falsedad”, en el que el populista agudiza las contradicciones.

La democracia colombiana posterior al Frente Nacional debió dar a nivel nacional más espacios a la participación de izquierdas democráticas para lograr consensos entre opuestos. Un buen ejemplo, pero insuficiente, es la Constitución del 91. Sin embargo, el conflicto armado generado en Colombia por una izquierda alzada en armas, impulsada por Cuba, confrontada por el otro mal del paramilitarismo, hizo que se proscribieran con acierto las palabras extrema izquierda y extrema derecha, asociadas a violencia, narcotráfico y terrorismo. Sin embargo, la nueva generación que no vivió dicha violencia, a la que deliberadamente le enseñaron una historia parcializada por las narrativas de odio (posverdad), con razón grita cambios, que el populista aspirante a autócrata captura con un lenguaje emocional. Paralelamente, los partidos tradicionales, relegados a microempresas electorales, se quedaron vacíos de ideología y cortos en las reformas que necesita el país. Entre las autocracias, China, basada en libertades económicas, optó por el progreso a cambio de la libertad. En Latinoamérica, una legión de autócratas ideologizados, chupópteros que desconocen cómo se producen el progreso y la riqueza, suprimen la libertad con falsas promesas de prosperidad, entregando pobreza para todos y represión a los disidentes, que usan como moneda para subyugar. Las verdaderas izquierdas democráticas deben pensar si la autocracia va a dejarles el espacio político necesario para prosperar. A estas elecciones llegaron divididos precisamente por las prácticas autocráticas y non sanctas del aspirante. Reflexionemos si hacemos las reformas en democracia o, excusados en un supuesto cambio, dejamos a toda Colombia al capricho del autócrata.

 

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