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¿Quién te crees que soy, Alicia?

Esteban Carlos Mejía

27 de agosto de 2022 - 12:30 a. m.

Estoy enamoriscado de Alice. Alice Munro. Enamoriscado: “Prendarse de alguien levemente y sin gran empeño”. Eso es: sutilmente y sin tesón. No quiero enamorarme del todo ni caer entre los brazos de tus páginas ni dejarme cegar por el fulgor de tu escritura minuciosa y exacta. Sólo quiero sorbos de tus libros. Sorbos o migajas. ¿Para qué más, si ya soy tu esclavo?

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Desde cuando ganaste el Premio Nobel de Literatura en 2013 estaba pendiente de leerte, Alice de las tormentas. En todas partes me hablaban de ti, encomiaban la opulencia de tu sensibilidad, calificaban la lectura de tu obra como obligatoria, imprescindible, necesaria y suficiente. Tocará tu lado femenino, me prometían. Palabra que sí. Esperé todos estos años a que tu respiración viniera a mí, a que nuestros alientos se acompasaran mutuamente. No por arrogancia ni por desidia. Cada escritor tiene el lector que se merece, cosa sabida. Libros y lectores se encuentran tarde o temprano en una común unión, comunión de éxtasis y revelaciones.

Mi epifanía contigo fue esta colección de cuentos que a veces puede ser leída como novela. Su título original en inglés es Who Do You Think You Are?, publicada en 1978 cuando ya eras una señora de 47 años, casada, divorciada y vuelta a casar. Son 10 relatos unidos por un hilo conductor lleno de esguinces, digresiones y pensamientos complejos. Narran la vida de Rose, una mujer de Hanratty, pueblito de Canadá. Nacida y criada en la pobreza, nos vamos enterando de sus vicisitudes o, sobre todo, nos empapamos de su vida interior, amasijo de errores y aciertos, diseccionada sin escrúpulos ni piedad por una narradora omnisciente a la que no le duelen prendas, o sea, decidida a ajustar cuentas con todos y ninguno.

Cada cuento vale por sí mismo y leídos en conjunto se potencian en profundidad, finura psíquica y honestidad narrativa. Guardando proporciones, Who Do You Think You Are? se me pareció a Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson, profeta de profetas. Relatos cosidos uno a otro por las sutilezas de los personajes y la realidad de sus entornos geográficos y espirituales.

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Las mujeres son muy complicadas, dice mi psicoanalista, y lo dice sin parpadear ni pestañear. Yo me escandalizo o, al menos, finjo que me horrorizo, pero ella, mi psicoanalista, guarda silencio, hermética e indescifrable, como dicen que debe ser. Ah, la complejidad femenina, multifacética, inaprensible, autoexigente. Las creencias sin percepciones o, al vesre, las percepciones sin creencias. La intuición, irrevocable casi siempre. La autonomía, negada o asfixiada por el patriarcado, las religiones y la Historia.

Tus mujeres en ¿Quién te crees que eres? —Rose, Flo, las demás— son criaturas impecables, entidades sin fisuras, a pesar de los dudosos deseos de incorporarse a la normalidad pequeñoburguesa. Cada personaje tuyo, Alice, es un triunfo de la perspicacia y la buena literatura. Gracias al azar por haberte conocido, aquí y ahora.

Rabito: “No puedes ir por ahí creyéndote mejor que el resto solo porque puedes aprender poemas de memoria. ¿Quién te crees que eres?”. Alice Munro. The Beggar Maid, 1978.

Rabillo: “Una mañana se despertaría y al oír su respiración sabría que estaba despierto a su lado sin tocarla, y que se suponía que ella tampoco debía tocarlo. En una mujer muchas caricias son exigencias; la ternura de las mujeres es codiciosa, su sensualidad es deshonesta”. Alice Munro. Simon’s Luck, 1978.

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@EstebanCarlosM

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