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Sin confianza, la industrialización es Power Point

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Carlos Enrique Moreno
30 de octubre de 2022 - 05:30 a. m.
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El exministro chileno René Cortázar, en un espectacular análisis sobre políticas públicas, muestra cómo desde 1990 Chile logró durante 25 años crecer al doble de la tasa mundial y pasó en Latinoamérica del sexto lugar al primero, reduciendo en 40 % la pobreza, con mejores indicadores sociales e ingreso per cápita, etc. Para el chileno, la diferencia entre los países que crecen y los que se frustran está en la calidad de las reglas de juego; mismos jugadores con reglas claras y estables en el tiempo producen grandes resultados. Esas reglas deben determinarse en el sistema político mediante un mecanismo que en el caso de Chile fue la concertación. Que luego la falta de innovación y renovación de ideas más tensiones sin resolver llevaron a ese país a un punto de inflexión es otro cuento, pero, de fondo, los acuerdos políticos que definen reglas claras, estables y de calidad producen alto ahorro, inversión, crecimiento, mayor equidad y reducción de la pobreza.

Como segundo elemento, las reglas vinieron acompañadas de un relato que predomina en la sociedad: lograr crecimiento con equidad. En esos 25 años el gasto público se quintuplicó en términos reales, el 80 % de los recursos provinieron del crecimiento económico y solo el 20 % de las reformas tributarias.

En Colombia con el gobierno de Petro se crea lo que el chileno denominaría un punto de inflexión que combina grandes incertidumbres y esperanzas. Recordemos apartes de su discurso de posesión: “Entendamos de una vez y para siempre que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa y que juntos somos más fuertes”; “vamos a construir un gran acuerdo nacional para fijar la hoja de ruta de la Colombia de los próximos años”; “desarrollaré la industria nacional, la economía popular y el campo colombiano. Sin distinciones ni preferencias”. Este era el aire fresco planteado por el nuevo presidente. Pero casi inmediatamente afloró en el Gobierno un discurso populista, disolvente, con narrativas ideologizadas y sin sustento, que atemorizan a los mercados e inversionistas, afectan la credibilidad, disparan el dólar impactando aún más la inflación y por ende la pobreza, y paralizan la inversión. Por ejemplo, al criticar la independencia del Banco de la República, hablar de control de capitales y de acabar con la exploración de hidrocarburos, y proponer con pocos ajustes una reforma tributaria que agravaría la crisis que viene.

¿Dónde invertir? ¿En la agricultura, cuando centenares de invasiones sin control estatal generan un RIP a la propiedad privada y los partidos de gobierno presentan un proyecto del ley prohibiendo las semillas mejoradas? ¿En la minería, a pesar de los proyectos para nacionalizar la industria petrolera? ¿En la industria, amenazada con controles de capital, expropiación de rentas vía impuestos, control de precios, con un mininterior mencionando que una escritura no garantiza la propiedad y una mintrabajo proponiendo reformas que van a agudizar más la brecha entre formales e informales?

Entonces, en días pasamos de la posibilidad de acordar unas reglas de juego y una narrativa que nos una al pánico económico. A todas estas, la prometida política industrial, que era una esperanza, sin confianza se nos quedó en Power Point.

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