Colombia, como todos los países latinoamericanos, ha sufrido de la peste del ensimismamiento, un mal mucho más grave que el insomnio de García Márquez o la extraña mutación de aquel virus que hoy llamamos COVID. Es cierto que son tantos los problemas y tan tremendas las tragedias que a veces no hay espacio mental ni ganas de apartar la mirada de lo inmediato. También es cierto que la política nacional se ha convertido en el nuevo culebrón que atrapa multitudes. El inesperado efecto del deterioro de la discusión pública, esa otra peste llamada populismo, ha sido ese. La política se ha transformado en un vicio terriblemente entretenido. Y no solo en Colombia o en Latinoamérica sino en el mundo entero. Los votantes son ahora televidentes que gozan de la zafia ocurrencia diaria de tuiteros y comentaristas, del golpe bajo o del guiño sectario. Si antes no nos resistíamos a las pasiones lacrimosas de las telenovelas, hoy cedemos a los miasmas desquiciantes del estercolero político.
Lee este contenido exclusivo para suscriptores
Amor por México
01 de julio de 2022 - 05:30 a. m.
Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación