Una vez más, y ya van siendo muchas, el Perú ha estado a punto de caer en el más penoso desgobierno o, lo que hubiera sido aún peor, en una suerte de apaño autoritario fraguado por los sectores más retrógrados y ciertos avivatos que han entrado en política para defender sus intereses privados. Esta vez no fue una elección presidencial disputada entre parientes de golpistas o entre déspotas y corruptos; esta vez fue otra cosa, el botón rojo, esa herramienta constitucional que debería usarse sólo en casos excepcionales, pero que en estos tiempo populistas, de partidos vaciados de ideas y bloques enemistados sin el más mínimo sentido...
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