Pareciera, pero no es de ahora. Por su propia naturaleza, la protesta siempre ha tenido estrechas relaciones con la estética. Un tumulto es una imagen que despierta una emoción concreta, por lo general el miedo, en quien la observa. Protestar es alterar el espacio. Imponer movimiento donde antes había quietud, llenar plazas inmóviles con cuerpos inquietos y vociferantes. Lo que no llama la atención no se percibe, no atañe a la conciencia, y por lo mismo la protesta tiene que ser ruidosa, colorida y dinámica, cuando no intimidatoria o simplemente destructiva. Lo roto se nota mucho, sale en los medios, y más si lo que se altera o rompe tiene algún tipo de valor simbólico. Desde 1871, cuando al pintor Gustave Courbet se le ocurrió tumbar la columna de Vendome durante la Comuna de París, venimos viendo lo mismo.
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La estética de la protesta
04 de junio de 2021 - 03:00 a. m.