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La modernidad y sus enemigos

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Carlos Granés
08 de octubre de 2021 - 05:30 a. m.
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Por culpa de la crisis climática, la modernidad vuelve a estar bajo sospecha. Y no debe extrañar. Aquel proyecto fue una empresa racional, que sembró la duda y la necesidad de revisar y recrear las leyes en todos los campos de la actividad humana. Al arte lo convirtió en una actividad crítica, destinada a sepultar las convenciones y los ideales clásicos bajo infinidad de estilos novedosos. La ciencia también jugó con reglas similares. No pretendió plantear verdades inmutables, sino diseñar teorías, ojalá elegantes y simples, rigurosamente matemáticas, expuestas siempre a la revisión y a la refutación. Más que alumbrar el mundo con nuevas verdades, su función fue derrumbar los dogmas y los mitos que definitivamente no lo eran.

Ese es el paisaje de la modernidad: la destrucción y la creación constante. En todos sus procesos hay algo de esto. Bien sea en los logros de la medicina o de la ingeniería, en el progreso material propulsado por el capitalismo y el encogimiento del globo, en el triunfo de la masa como engranaje de la máquina totalitaria o del individuo como sujeto de la democracia liberal, el mundo de ayer se desdibuja y asoma uno nuevo, desconcertante, a veces amenazante. De ahí que la crítica se hubiera convertido en un acto de fe moderno, en una manera de incentivar su dinámica. Porque, sin autoridad divina ni tradiciones firmes, sólo el escrutinio racional permitía legitimar las innovaciones políticas, estéticas, técnicas o morales.

¿Quiénes son entonces los enemigos de la modernidad? No sus críticos, evidentemente, sino quienes se oponen a la totalidad de su proyecto y pretenden devolver a la humanidad a una etapa previa, al mundo que existía antes de que el individuo destronara a Dios y de que la ciencia tomara el lugar de la religión. En Colombia, y en general en América Latina, es fácil rastrearlos. Por un lado están los reaccionarios que añoran el mundo de la Colonia, con sus barroquismos refractarios a las reformas puritanas y racionalistas, y por el otro, los decolonialistas, un grupo más reciente, de raigambre yanqui, que también quieren ir atrás, incluso más allá. No a la Colonia sino a la no América precolombina: lo que llaman Abya Yala.

Para ambos la modernidad fue un error que arrasó las tradiciones ungidas de espiritualidad de la Colonia o los saberes ancestrales y el buen vivir de los indígenas. Su resultado fue la ingobernabilidad de las sociedades o la contaminación de los vicios heteropatriarcales, racistas y homófobos del hombre blanco occidental. La entronización del individuo —no de la tradición o la raza— y el triunfo de la democracia liberal —no de la Iglesia o del pueblo— han sido para ambos una traición a la naturaleza americana, causa de desbarajustes y corrupciones. Y en algo tienen razón. La modernización de América fue defectuosa, llegó a las élites y transformó la mentalidad de una minoría. Las instituciones que creó se quedaron cortas, además; no fueron inclusivas ni igualitarias y por lo mismo emanciparon a pequeños grupos, no al grueso de la población. Eso es verdad, sí, pero ahí estamos, del presente no nos saca la nostalgia. Mejor se gastan las energías tratando de perfeccionar lo que existe, el mundo real con sus injusticias y desbarajustes modernos, que fantaseando con devolver las manecillas del reloj.

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Lorenzo(2045)09 de octubre de 2021 - 05:48 a. m.
Queda la espinita de un "no sé qué y de un no sé cuándo" en esta sonata de diatriba irrefutable (Borges, again: "Hume notó para siempre que los argumentos de Berkeley no admitían refutación alguna, pero no convencían"). Quiénes y cuándo son los responsables del despiporre. El garrotiado Emanuel Kant -adalid precoz del anticogeculos- quizá lo sospechó: cada Aufklärung produce una contra-Aufklärung
Lorenzo(2045)09 de octubre de 2021 - 05:26 a. m.
El FASCISMO alemán agenciado por el partido Nacionalsocialista no fue cosa de un resentido social, el pibe Adolf. Sin billete no habría -no pudo haber existido- el III Reich. Es decir, TOTALITARISMO es expresión del capitalismo depredador. Eso, unido a lo que Germán Espinosa puntualizaba acerca del "sentimiento fásutico": que no era otra cosa que la milenaria malparidez enseñoreada de la intimidad
  • Igor(19369)09 de octubre de 2021 - 11:28 a. m.
    Sin billete (y de la droga) no habrían sobrevivido las guerrillas colombianas, luego que dejara de llegarle desde Cuba. Sin billete (y de la droga, again) no hubieran cercado Cali como lo hicieron en las pasadas marchas de la envidia y el odio. Pero sin billete no se hubieran logrado los extraordinarios adelantos que el mundo ha obtenido en estos años. Nunca como antes el mundo ha estado mejor
  • Lorenzo(2045)09 de octubre de 2021 - 05:31 a. m.
    ...profunda de los individuos que hicieron comunidad en el Trópico de Cáncer. El destino -pathos- "fáustico" es cosa de ellos: situada en coordenadas previas a la MODERNIDAD. Aun con Kant y Lutero, el gran Goethe y el evangelista Shakespeare, incoarle memorial de agravios a los últimos 300 años es más que fácil. Una simpleza. Como si fuera, precisamente, un cambio climático impersonal. Naturally.
Lorenzo(2045)09 de octubre de 2021 - 04:40 a. m.
¿Modernidad o PosModernidad? Gutiérrez Girardot.. o el reguero criollísimo de gregarios del fascista miltonfriedman y sus chicagos humbertosboteros, caballerosargaez, mauricioscardenas, juanmanuelesantos, junguitos, cesargavirias, carrasquillas, echeverris (fabito, padre&hijo + exminHacienda)... y como diría el poeta romántico (no moderno): "...una sola sombra larga! Y eran una sola sombra larga!"
Manuel(9808)08 de octubre de 2021 - 09:24 p. m.
La modernidad nos abrió el espacio para ver nuestros autoengaños. Si nos hacemos los de la vista gorda significa que la realidad nos resbala. Pero afortunadamente el mismo pleno ambiente nos muestra un camino que nos saca del montón. El mundo de los montones está acabado.
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