En ocasiones se le entierran agujas a un muñeco. En otras, se le reza a una estampita o se frota la efigie de un dios o la reliquia de un santo. A veces se invocan conjuros o maldiciones, o se desea algo con tanta fuerza que empiezan a verse indicios de su pronta materialización en la realidad. Creemos en la magia, todos y en todos lados. Esa fantasía, la de poder alterar la realidad con un gesto o una oración, es un rasgo humano. Imaginamos, deseamos, fantaseamos y luego inventamos atajos milagrosos que zanjen la distancia entre la realidad y la utopía. Lo extraño, o lo que diferencia a los latinoamericanos de gentes de otros...
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