Publicidad

Las lecturas de un colegial

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Carlos Granés
22 de abril de 2022 - 05:30 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Tengo un buen amigo que recuerda con desconcertante nitidez fechas, datos y escenas de nuestra vida escolar. Su memoria es prodigiosa, casi un fenómeno de feria, porque logra situar en el tiempo y el espacio a los protagonistas de historias que recuerda como si las hubiera vivido ayer. El pasado lo imanta y vive feliz en él, recuperando nombres, rostros o acontecimientos que desaparecieron por completo de mi memoria. Me los cuenta y es como si me hablara de una vida que no viví. O como si hoy yo fuera alguien distinto y él se hubiera mantenido fiel al colegial que creció en los años 80.

Lo que sí recuerdo bien, con gusto y hasta nostalgia, fueron los libros que leí en el bachillerato. Con el tiempo he llegado a agradecer a los profesores que me hicieron leer lo que leía, porque también con la distancia he visto lo acertada que fue la selección. Leímos mucho a García Márquez, como era lógico —Relato de un náufrago, El coronel no tiene quien le escriba, Crónica de una muerte anunciada y Cien años de soledad—, y es verdad que esa sobredosis les robó tiempo a otros autores del boom, pero al menos algún profesor perspicaz tuvo la sensatez de hacernos leer La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, cuando nuestras hormonas resonaban con las de los protagonistas del libro. Otro amigo acabaría cargando el resto de su vida con un apodo sacado de esa novela.

También leímos a Rulfo, El llano en llamas y Pedro Páramo, a Azuela y su Los de abajo, y La casa grande de Cepeda Zamudio. En cuanto a las letras anglosajonas, nada mal: de Orwell, Rebelión en la granja; de Steinbeck, De ratones y hombres; de Huxley, Un mundo feliz; de Harper Lee, Matar a un ruiseñor; de Brontë, Cumbres borrascosas, y de Shakespeare, claro, Hamlet y Macbeth. Francia estuvo menos representada y, excepto por el teatro de Molière, solo recuerdo Papá Goriot y Memorias de Adriano, de Balzac y Yourcenar. Italia pasó desapercibida y de Alemania apenas leímos El lobo estepario y La muerte en Venecia, pero España recibió mucha atención. Sobre todo, su teatro, con Yerma, Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba y El alcalde de Zalamea. Tampoco faltaron La Celestina y la picaresca del Siglo de Oro, otro acierto de los profesores que hizo cargar a otro con un mote (el Buscón) hasta el fin del bachillerato. Algo de Juan Ramón Jiménez también leímos, aunque lo mejor fueron esos trabajos forzados —a esa edad eso parecían— que supuso remontar las más de mil páginas de los dos tomos del Quijote. Eso y el fútbol fueron lo mejor de mi bachillerato.

Pero también hubo desatinos terribles. Un profesor nos hizo leer Juan Salvador Gaviota y al indigerible Og Mandino, pacotilla literaria que fue cobrada con una indisciplina cruel. Este balance viene a cuento porque no sé qué están leyendo los colegiales hoy, sólo que a mi hijo de 13 aún no lo han puesto a leer ningún título que vaya a perdurar en el tiempo. No sé si es bueno o malo, pero me inquieta pensar que la misma idea de clásico se difumine porque ya nadie recuerde haber leído grandes obras en el colegio. Es posible que yo también esté olvidando algún título. Pero para eso está mi amigo, que me escribirá tan pronto lea este artículo a recordarme cuál, en qué curso lo leímos y cómo era la carátula que lo adornaba.

Conoce más

 

cristina(c6x7w)23 de abril de 2022 - 11:46 a. m.
Al menos la mía lee... y bastante... ya iniciando con los clásicos... ese vicio de leer felizmente lo aprendió de sus padres
HELBERT(40077)22 de abril de 2022 - 11:57 p. m.
Buena columna. Leer agranda la imaginación y ayuda al pensamiento científico y artístico, dependiendo del camino que el ser humano tome. Pero que sirve leer los clásicos y el boom no hay duda
Olga(88990)22 de abril de 2022 - 11:31 p. m.
¡Ah, qué grata memoria!, leíamos en el colegio a Juana de Ibarbourou, a Sor Juana Inés de la Cruz, a Gabriela Mistral, a Marguerite Yourcenar... Y bueno, también nos quedaba tiempo para tendernos sobre "El Llano en llamas" de nuestra adolescencia, llena de Remedios, la muy bella. Ojalá hoy las disfruten igual, o más, pero con eso de "bala es lo que hay", el espíritu de la lengua está mal herido.
Luis(14946)22 de abril de 2022 - 11:02 p. m.
si usted ´puede leer un meme de mas de 5 lineas considérese literato. el analfabetismo funcional es abrumador . Esas son ñas huestes de los partidos tradicionales , técnicos mediocres tipo duque con ausencia de humanismo y pensamiento critico y mucho menos creatividad
hernando(26249)22 de abril de 2022 - 09:26 p. m.
Tu amigo, memorioso como Funes, debe sentir mas gozo en el volumen d recuerdos q en su profundidad. Variedad de la especie
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.