Como todas las revoluciones del siglo XX, la cubana estableció una tensa relación con los creadores. Los apoyó, claro, y mucho, pero a cambio demandó fidelidad con el proceso que había llevado a los barbudos al poder. Desde 1961 Fidel Castro dejó muy claro que los artistas gozarían de libertad siempre y cuando supieran usarla. Eso significaba que podían hacer lo que quisieran, menos criticar el proceso revolucionario. Quienes no tuvieran problemas con esa exigencia podrían forjar carreras exitosas; quienes no, empezando por Guillermo Cabrera Infante, tendrían que irse o pagar las consecuencias.
Para comienzos de los años 70 el...
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