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Como bien lo revelan las minutas de las reuniones de la Junta del Banco de la República, inmejorable práctica de comunicación entre nuestra autoridad monetaria y el público, adoptada en buena hora desde el año 2007, las deliberaciones en el seno de dicho cuerpo colegiado se habían caracterizado invariablemente por la independencia de la totalidad de sus integrantes frente a los gobiernos de turno y la observancia cabal de su misión constitucional de velar por la procura de una inflación baja, estable y, en lo posible, predecible.
La diversidad de opiniones y posturas, pero en torno de un objetivo común e indeclinable, como es la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda -condición sine qua non de la sostenibilidad del crecimiento económico-, ha constituido la esencia y matriz de la solidez del manejo macroeconómico de la Nación y de la confianza que aún subsiste en el país en el plano internacional.
Pero la fidelidad a dicha independencia y al deber ser del orden constitucional ahora se halla escindida. Por cuenta de codirectores que siguen ciegamente las instrucciones de la Casa de Nariño, en vez de su criterio libre al servicio de la causa que deberían servir. Por fortuna, un intento fallido gracias a la fortaleza ética y técnica de la institución, y a la integridad de la mayoría de su Junta.
Contrario a la suerte corrida por la empresa emblema de los colombianos, Ecopetrol, cuya estructura de gobierno corporativo, contemplada en sus estatutos, se rompió al haber trasladado el poder decisorio que le correspondía a su Junta al autocrático control del jefe del Estado y su servil entorno, cuyo propósito, como lo expresan en público y en sus acciones, es su aniquilación.
Ahora bien, la piedra en el zapato del Banco no es otra que el agujero fiscal más profundo de la última centuria, que le impide, a la luz de su imperativo categórico de orden legal, perseguir la populista ilusión del dinero barato a costa de la corrupción de la moneda. Ni más ni menos, que la receta ideal para destruir las democracias liberales y las libertades, como el mismo Lenin lo sostenía.
Agujero por demás aupado por la fragante e impune violación repetitiva de la Regla Fiscal, otra conquista institucional sin par en el aseguramiento de la disciplina en la administración pública consagrada por la ley desde el año 2011.
Frente a la coyuntura económica que atravesamos, signada por el regreso de la inflación por encima de la meta fijada por el banco central y unas expectativas sobre la misma en crecimiento, no queda otra salida que mantener la rienda tendida en el ámbito monetario, sin descartar un eventual aumento de la tasa de interés de referencia. Los pasos que seguirán sus conductores deben ser respaldados por el aparato productivo nacional. O sea, trabajadores, empresarios, inversionistas locales y extranjeros, y los hogares consumidores.
Se trata de la sanidad macroeconómica de nuestro país y su porvenir. Esto es, el fundamento insoslayable del bienestar colectivo de hoy y de mañana.
Instituciones como la Corte Constitucional, baluarte del orden jurídico, representan una instancia invaluable de la preservación de la independencia del Banco de la República como guardián de la moneda. Una joya de la corona.
*Ex codirector del Banco de la República y Ecopetrol y exministro de Agricultura.
