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Que los colombianos leemos poco no es novedad, lo alarmante es que para las personas con discapacidad visual esa sea una realidad impuesta hasta hace muy poco por nuestro marco legal. Pero lo peor es que todavía haya quienes creen que eso debe mantenerse.
Más allá de las dificultades económicas de hacer accesible un libro (con formatos como braille o audio), la principal barrera es que no había una excepción al derecho de los autores que permitiera esa transformación necesaria para que ellos lean lo que hay disponible, como lo hacemos usted o yo. Evidentemente, nadie meterá a la cárcel a una persona ciega que transforme su libro de texto para poder leerlo pero, acaso ¿eso lo hace legítimo o soluciona el hecho de que tampoco existieran programas oficiales grandes que enfrentaran el reto (más allá de los loables esfuerzos del INCI)?.
En 2013, como iniciativa del senador Galán, se aprobó la ley 1680, que reconoce las obligaciones de la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad y crea las condiciones materiales (recursos monetarios y estrategia tecnológica) y legales (la excepción) para cerrar esa brecha.
Entonces, ¿cuál es la noticia? pues que la ley tiene ya dos demandas de inconstitucionalidad. Una está siendo analizada en la Corte, la otra no ha sido admitida aún. Uno de los demandantes es un exconsejero de Estado. Ellos consideran que la ley debió ser tramitada como estatutaria, que viola el principio de unidad de materia y que no protege correctamente la propiedad intelectual. Hicimos un detallado análisis de los argumentos y presentamos comentarios a la Corte mostrando por qué no deben prosperar esos argumentos, por qué la ley está bien, cómo concilia una tensión de derechos y llena un vacío importante.
De hecho creo que debemos ir más allá para ponernos a tono con los países desarrollados, debemos ratificar el Tratado de Marrakech que ya firmamos y que supera lo previsto en la ley 1680. Incluye estrategias que ya existen en otros naciones, pero que en países en desarrollo se han detenido precisamente con argumentos mezquinos y exagerados como los de esas demandas. El tema está, por tanto, lejos de saldarse.
