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Carta al niño Dios para 2024

Carolina Botero Cabrera

22 de diciembre de 2023 - 09:00 p. m.

Es la época del año en la que aprovecho la tradición católica navideña en América Latina, esa que anima a los y las niñas a hacer la lista de cosas que les gustaría recibir y pedirlas al niño Dios. Sin embargo, mi intención no es hacer una lista de regalos, se trata más de unas reflexiones que creo marcarán el siguiente año en temas de tecnología digital. Esta año me concentraré en dos temas: la brecha digital y la forma como aplicaciones de inteligencia artificial están cambiando nuestro entorno, a veces incluso la percepción que tenemos de realidades que vivimos, como la guerra.

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La brecha digital es un desafío tecnológico respecto del cual debemos seguir reflexionando. La idea de no dejar a nadie atrás me sigue pareciendo un hermoso deseo difícil de cumplir. La falta de conectividad sigue siendo una realidad para millones de personas, siendo las poblaciones más vulnerables las más afectadas. Si a eso le sumamos que el acceso a la tecnología necesaria para conectarnos (como los dispositivos) y la posibilidad de desarrollar capacidades para su uso significativo tampoco está al alcance de todas las personas, realmente solo podemos concluir que la brecha se sigue ampliando. Los esfuerzos que los gobiernos deben hacer para conectar a las diferentes periferias y la urgencia de hacerlo ofreciendo procesos de alfabetización digital sofisticados, que permitan enfrentar el acelerado y cambiante mundo, debe aumentar y ser prioritario, disminuir la brecha será crítico para muchos aspectos de la vida humana incluidas nuestras democracias.

La brecha debe leerse a la par con las habilidades de las personas para usar el pensamiento crítico. Si este no se desarrolla, nos enfrentamos a un mundo en donde algunos decidirán cuál es la verdad -sea desde contenidos muy creíbles o desde legislaciones que incluso de buena fe pretenderán decirnos cuáles son las fuentes de la verdad-. Nos adentramos en un mundo en el que todo podrá ser replicable en forma muy creíble, y esto en lugar de ser usado para hacer la vida más fácil e incluso divertida, será la mejor herramienta para controlarnos e incluso manipularnos.

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Deseo que nuestros gobiernos piensen en la brecha digital como el desafío que puede marcar la diferencia entre desarrollar e incluso mantener (o no) lo que hemos conseguido de nuestros Estados de derecho. Esto significa también conservar opciones no digitales para quienes aún sufren la brecha, tanto como para quienes voluntariamente no quieren usar esas tecnologías.

De otra parte, me entristece y enoja la incapacidad que tenemos como seres humanos de controlar el ánimo belicista, ese que nos lleva de una guerra a otra, pero, hoy sobre todo quiero hacer la reflexión sobre cómo la violencia y los abusos toman muchas formas, incluyendo una inusitada creatividad humana para identificar, aislar, perseguir, espiar, matar y dominar a los “enemigos” con tecnología. La guerra permite ver con claridad los retos de los próximos años vinculados con la tecnología digital y la forma como estamos usando diferentes técnicas de inteligencia artificial. En estos escenarios hay importantes incentivos para el desarrollo tecnológico que incluye preocupantes usos innovadores de tecnologías. Las recientes guerras de Ucrania y Palestina, por ejemplo, así lo demuestran.

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El uso de biometría, los cortes de internet, los desafíos importantes para la libertad de expresión en línea debido a temas de moderación de contenidos, pero, sobre todo los ensayos masivos de técnicas de inteligencia artificial para tomar decisiones de vida o muerte es parte de lo que estamos viendo en las guerras. Así por ejemplo, hemos leído sobre la forma como Israel usa los datos de los celulares de las personas que habitan la región para hacer seguimiento a sus órdenes de desplazamiento y para decidir dónde bombardear.

Son muchos los ensayos y usos problemáticos de la tecnología que se están haciendo y sin embargo, deseo que no nos dejemos arrastrar solo por la parte negativa, que pensemos que son herramientas y que como tales somos las personas las que decidimos cómo usarlas. El reconocimiento facial que se usa para el apartheid se usa también para identificar víctimas. Que sin las redes sociales y los celulares en la franja de Gaza, quizá el relato que estaríamos recibiendo estaría mucho más controlado. Que aunque hay mucha desinformación, también más allá de las dificultades y riesgos, están las voces -sobre todo locales- que cuentan otras historias. El problema sigue siendo identificar y amplificar la información de la desinformación, pero, con todo y los retos que supone, internet sigue siendo una herramienta democratizadora.

Un mundo extensamente conectado y con realidades locales desafiantes, es el que seguirá explorando los usos de las tecnologías digitales. Permítanme aspirar, mantener la esperanza, de que estas tecnologías sirvan para buscar la justicia social y para facilitar el ejercicio de derechos humanos. Se que se trata de una utopía que está difícil de cumplir, pero estamos obligados a intentarlo y 2024 será un año clave para buscarlo.

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