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El gran hermano

Carolina Botero Cabrera

19 de marzo de 2015 - 09:47 p. m.

Un nuevo Decreto (348/15) obliga al transporte escolar a incorporar GPS y cámaras de video. ¿Está de acuerdo? Yo no.

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 Un nuevo Decreto (348/15) obliga al transporte escolar a incorporar GPS y cámaras de video. ¿Está de acuerdo? Yo no.

El viceministro lo justificó a los medios con “la tranquilidad de los padres de familia quienes sabrán en todo momento dónde están sus hijos... y cómo se comportan al interior de los buses” (negrilla mía). Acostumbrados a que la seguridad es un valor supremo, la idea del monitoreo constante a nuestros menores no parece preocuparnos aunque ni siquiera sirva de justificación.

El Decreto asume que nuestros niños, niñas y adolescentes no tienen derecho a su intimidad, que vale más la tranquilidad de los padres. Nadie habla de los riesgos de recoger, manipular, conservar y usar estos datos. De cómo son vulnerables y pueden ser fácilmente usados por delincuentes, mal usados por empresas o abusados por escuelas y padres. No se discute si viola la Ley de Protección de Datos que establece que “(e)n el Tratamiento se asegurará el respeto a los derechos prevalentes de los niños, niñas y adolescentes. Queda proscrito el Tratamiento de datos personales de niños, niñas y adolescentes, salvo aquellos datos que sean de naturaleza pública”.

En EEUU. se ha abusado tanto de recoger datos de estudiantes (que luego se usaban “creativamente”) que, en enero pasado, Obama anunció una “Ley de privacidad digital para estudiantes”. Incluso grandes del mercado educativo, como Google, Apple o Microsoft, firmaron un “Compromiso con la Privacidad de los Estudiantes”.
Los adultos pedimos balancear seguridad e intimidad, porque es necesario para garantizar libertad de expresión (no actúa igual quien se sabe vigilado, tiende a “autocensurarse”). Sin embargo, poco discutimos la instalación de7000 cámaras en las ciudades o el reconocimiento biométrico en Transmilenio. Deberíamos releer 1984 o, ¿simplemente es que somos acríticos por pura costumbre?

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Me resisto a que el balance ni siquiera esté en la ecuación con nuestros hijos. No nos basta con saber dónde están (con GPS), queremos saber también qué hacen minuto a minuto. ¿Cuál es realmente el beneficio? ¿Vale más que las consecuencias de educar personas sobrevigiladas? ¿Dónde quedan valores de formación como la autonomía, la confianza o el libre desarrollo de la personalidad? Educados en la ortopedia de las cámaras ¿cuál será la sociedad que construirán?.

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