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Elecciones superadas, ahora a cambiar la cultura de comunicación y pedagogía de la

Carolina Botero Cabrera
25 de junio de 2022 - 05:00 a. m.

En el tema de elecciones y tecnología confirmamos que la trazabilidad física del sistema electoral colombiano es su gran fortaleza, es el mayor éxito de las elecciones de 2022 en Colombia. Vimos que el preconteo tranquiliza, pero debe compartir protagonismo en el espacio público con el escrutinio. Ya sabemos que se debe fortalecer la confianza de las personas en la tecnología, con más controles e información. Pero, todo eso será inútil si no cambia la cultura de comunicación y pedagogía de la Registraduría.

Quedó claro lo importante que es para una democracia que cualquier persona pueda controlar la integridad y secreto del voto ―que el voto se cuente hasta el final en el sentido en que se deposita y con la garantía de que se conserva el secreto―. Esta conciencia entierra el voto por internet y hará que sea muy difícil, si no imposible, que en el Congreso colombiano se apruebe el voto electrónico en el mediano plazo.

Que la función democrática de las elecciones descanse en la trazabilidad física hace que el país esté más cerca de Alemania que mantiene el voto manual, y se aleje de Estonia que tiene un sistema digital. Además, en términos presupuestales, si lo que necesitamos es una buena calculadora ¿por qué vamos a endeudarnos por máquinas de voto electrónico?

El recuerdo de las disputadas elecciones de 1970 en las que Misael Pastrana fue declarado presidente después de un silencioso y cuestionado escrutinio nocturno, dan un protagonismo justificado al preconteo que brinda tranquilidad para ir a dormir el día de elecciones. Sin embargo, aunque el diseño del sistema siempre ha diferenciado entre preconteo y escrutinio, ésta no es evidente para el público. Cuando hay reclamos de fraude y posibilidad de resultados apretados crece la importancia de comunicar la diferencia.

Para las elecciones de 2018 el presupuesto destinado a preconteo era de algo más de 86 mil millones de pesos, mientras que el de escrutinio tenía 74 mil millones de pesos ―a pesar de que el preconteo informativo dura unas horas y el escrutinio con efectos legales es de varios días―. Es decir, aunque el sistema tenga claras las diferencias, la Registraduría daba protagonismo al preconteo, el consentido de los medios. Esto ayuda a explicar la dificultad que tuvo la entidad para explicar los escrutinios en 2022, normalmente no tenía que hacerlo, pasaban desapercibidos, no eran noticia.

La vigilancia de los escrutinios por los partidos tampoco era noticia, no era evidente que lo hicieran, ni cómo lo hacían. Desde 2014 el partido MIRA tiene una sofisticada capacidad para vigilar y reclamar votos. Cuando hablé con alguno de los responsables de esa actividad me dijo que como partido minoritario era una cuestión de supervivencia. Es especialmente importante en los procesos electorales que se definen por pequeños márgenes, como las últimas curules del Congreso o las de los Concejos. Solo son noticia cuando se deciden,, como esta semana, que supimos de un juez falló que Susana Muhamad (Colombia Humana) perderá su curul en el cabildo distrital; sin embargo, la atención pocas veces se dirige a la vigilancia que un partido ejerció para llegar a esa decisión.

Fue la mediatización de la capacidad de control del escrutinio del Pacto Histórico este año, que mostró una estrategia coordinada y compleja, la que educó a las personas ―incluso a algunos partidos que parecieron sorprendidos y se demoraron en entenderla―. Pero, lo raro es que la noticia tomara por sorpresa también a la Registraduría. En lugar de explicar cómo la velocidad del preconteo, en una elección tan compleja como la legislativa, puede ocasionar diferencias en los resultados del escrutinio, o abordar los errores que se encontraban y se corregían; prefirió hablar de reconteo y de la responsabilidad de los jurados. El proceso funcionó bien en las presidenciales, pero no son comparables.

Eso sí, la vigilancia de los escrutinios es posible gracias a la información que da la Registraduría y que ha mejorado con los años. Los datos del resultado de preconteo se entregan al finalizar el día, los de las comisiones escrutadoras a medida que avanza el proceso de consolidación de los escrutinios. Se digitalizan las actas de la votación de cada mesa (tanto los E14 de delegados como los de claveros), las de escrutinios (E24, E26 y el acta general de escrutinio) y se comparten con los partidos los resultados parciales del escrutinio cuando los piden en cada comisión. Esto permite el seguimiento manual (comparando visualmente las actas) e incluso ejercicios sistematizados con los datos, en esto descansa la trazabilidad física.

Los requerimientos de más transparencia en este frente crecerán para la Registraduría a futuro, incrementarán las solicitudes para que comparta los datos más allá de los partidos políticos. La ciudadanía y los medios están haciendo más y más comparaciones y análisis de datos que también deben entenderse como ejercicios de vigilancia válidos y necesarios.

Ya sabemos que en materia de preconteo y escrutinios el software es una calculadora sofisticada a la que se le puede hacer seguimiento con la trazabilidad física. Sin embargo, no es menos cierto que es parte del proceso y que su carácter de caja negra genera legítima desconfianza. En lugar de desconocer o estigmatizar ese escepticismo, debería ser un incentivo para la transparencia, la trazabilidad y la explicación, incluso si se cree que el rol de la tecnología no es sustancial, la gente tiene que entenderla.

Es un error despreciar esos temores. El voto es un derecho, las persona deben poder entender cómo se cuenta para confiar en que se haga bien. Esta debería ser la regla de oro para la autoridad electoral que además debe implementar diferentes formas de control, sobre todo, la de auditoría técnica, independiente y pública.

Esa auditoría no es los ejercicios de observación que se hacen durante los simulacros por “auditores” de los partidos (como insiste en llamarlos la Registraduría) y personas que hacen parte de las misiones de observación. Con estas elecciones, esta auditoría está en la agenda electoral y deberá acordarse ahora su alcance, por ejemplo debe cubrir toda tecnología (no solo preconteo y escrutinios) y no limitarse con argumentos como proteger la “propiedad intelectual”.

Como conclusión, hay muchas cosas que se deben traducir en lo que será la reforma electoral pero debemos reconocer también que la confianza en el sistema se apoya en la comunicación y allí la Registraduría falló. En lugar de explicar lo que sucedía, usar herramientas pedagógicas con este propósito y tomar en serio los temores y cuestionamientos de las personas, decidió ignorarlos. Este es un aspecto de mejora que supone sobre todo un cambio en la cultura que debemos reclamar al unísono.

 

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