Conmocionando al mundo del acceso abierto, Elsevier anunció que compró a SSRN y aseguró que no cambiará su modelo ¿por qué?
Elsevier es una megaeditorial científica que controla unas 2.500 revistas. En 2015 reportó ganancias por un billón de dólares cobrando por el acceso a resultados de investigación muchas veces financiados con dinero público. Las bibliotecas pagan costosas suscripciones (por ejemplo la revista de materiales nucleares vale anualmente US$7.442,14); quien no tiene acceso a la biblioteca paga por sus artículos unos US$40 y el autor que no quiere dejar su artículo detrás del peaje paga US$3.500 para liberarlo*.
Por su parte SSRN (Social Science Research Network) es un importante repositorio que aunque no es estrictamente de acceso abierto (es realmente de acceso público y gratuito) es popular entre investigadores —sobre todo en economía y derecho— que publican allí sus borradores de resultados de investigación buscando audiencias más amplias —aunque la versión final seguramente reposará en revistas estilo Elsevier—. Para sostenerse se soporta en anuncios de trabajos y suscripción a listas de correos.
Es comprensible que el matrimonio cauce conmoción fatalista entre los entusiastas de acceso abierto que ven una joya caer en manos enemigas. Pero, más allá de la incredulidad sobre el no cambio, la pregunta es entonces, ¿por qué compra?
En el mar de incertidumbres sobresale un artículo en “Savage Minds”: como casi todo en la era de Internet los datos son el tema. Un sitio especializado con una comunidad consolidada y libre de ataduras corporativas como SSRN ofrece muchos. Elsevier puede aprovechar el afán de la academia por medir su desempeño, su reputación, su impacto, puede venderles el análisis de esos datos. Este escenario plantea nuevos retos para los académicos y la necesidad de revisar a fondo el perverso sistema de incentivos que tiene la academia. Además rescata la preocupación sobre cómo como sociedad administramos los datos y pensamos en nuestra capacidad para la toma de decisiones. ¿Usted qué opina?
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* El caso de Diego Gómez que compartió una tesis de maestría por Internet plantea discusiones sobre este modelo de publicación académica #CompartirNoEsDelito