Libertad de expresión vs. libertad de expresión
Es usual pensar que privacidad y libertad de expresión están en extremos de algunas tensiones, pero más de una vez debemos reflexionar sobre cuánto dependen la una de la otra y cómo a veces la tensión es de otro tipo.
Uno de los problemas de nuestra era es que la violencia, el abuso de unos contra otros, se trasladó de la escuela, el trabajo y la calle al entorno digital, donde un mundo sin muros ni fronteras hace que esa violencia (muchas veces matoneo) tenga dimensiones preocupantes e incluso las hace menos evidentes. Aunque muchas veces parece más fácil decir que es una violación a la privacidad, lo cierto es que son más las que involucran a la libertad de expresarse de unos, acallando, por tanto, vulnerando la libertad de expresión del otro.
Esta violencia no discrimina, pero adquiere especiales dimensiones con las mujeres, los menores y las minorías. Por ejemplo, el informe de 2017 de la Flip menciona que “[h]ay un subregistro en los casos de violencia contra las mujeres periodistas. En parte porque muchas no denuncian, pero también porque las autoridades ignoran el carácter diferenciado de estas agresiones”.
Nos está costando como sociedad hacerle frente a este problema. Eso sí, está claro que las medidas represivas -como la de mandar a todos a callar-, pueden generar problemas más graves, especialmente en democracias tan débiles como la colombiana. Por eso, este 7 de febrero, “Día Internacional de Internet Segura”, resultó particularmente interesante ver las redes sociales. Este año más que nunca las redes sociales se volcaron a proponerle a la gente cuidarse en internet, protegerse para que su voz no desaparezca. Estas acciones buscan deslegitimar dicho abuso imponiendo sanciones sociales. Tales sanciones no dejan de lado las obligaciones del Estado, se suman a ellas.
En otros temas: el Metropolitan Museum of Art (MET) de Nueva York liberó 375.000 obras de su colección con licencias Creative Commons. No sólo significa que todas ellas estarán disponibles en internet, supone también que ¡cualquiera puede descargarlas y reutilizarlas! Vale la pena pensar un poco lo que esto significa y cómo marcará una nueva tendencia más pronto que tarde.
Es usual pensar que privacidad y libertad de expresión están en extremos de algunas tensiones, pero más de una vez debemos reflexionar sobre cuánto dependen la una de la otra y cómo a veces la tensión es de otro tipo.
Uno de los problemas de nuestra era es que la violencia, el abuso de unos contra otros, se trasladó de la escuela, el trabajo y la calle al entorno digital, donde un mundo sin muros ni fronteras hace que esa violencia (muchas veces matoneo) tenga dimensiones preocupantes e incluso las hace menos evidentes. Aunque muchas veces parece más fácil decir que es una violación a la privacidad, lo cierto es que son más las que involucran a la libertad de expresarse de unos, acallando, por tanto, vulnerando la libertad de expresión del otro.
Esta violencia no discrimina, pero adquiere especiales dimensiones con las mujeres, los menores y las minorías. Por ejemplo, el informe de 2017 de la Flip menciona que “[h]ay un subregistro en los casos de violencia contra las mujeres periodistas. En parte porque muchas no denuncian, pero también porque las autoridades ignoran el carácter diferenciado de estas agresiones”.
Nos está costando como sociedad hacerle frente a este problema. Eso sí, está claro que las medidas represivas -como la de mandar a todos a callar-, pueden generar problemas más graves, especialmente en democracias tan débiles como la colombiana. Por eso, este 7 de febrero, “Día Internacional de Internet Segura”, resultó particularmente interesante ver las redes sociales. Este año más que nunca las redes sociales se volcaron a proponerle a la gente cuidarse en internet, protegerse para que su voz no desaparezca. Estas acciones buscan deslegitimar dicho abuso imponiendo sanciones sociales. Tales sanciones no dejan de lado las obligaciones del Estado, se suman a ellas.
En otros temas: el Metropolitan Museum of Art (MET) de Nueva York liberó 375.000 obras de su colección con licencias Creative Commons. No sólo significa que todas ellas estarán disponibles en internet, supone también que ¡cualquiera puede descargarlas y reutilizarlas! Vale la pena pensar un poco lo que esto significa y cómo marcará una nueva tendencia más pronto que tarde.