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Como les conté, en septiembre de 2025 Nepal vivió protestas masivas lideradas por jóvenes de la llamada “Generación Z” en rechazo a la corrupción y la desigualdad. Las manifestaciones se intensificaron tras el bloqueo gubernamental de 26 aplicaciones. La violenta represión dejó más de setenta muertos y llevó a la renuncia del primer ministro Khadga Prasad Oli. Unos días después la exmagistrada Sushila Karki asumió como primera ministra: la primera mujer en ocupar el cargo y la primera elegida a través de una plataforma, Discord.
Discord, tradicionalmente vinculada al mundo de los videojuegos, es una aplicación que permite la comunicación por texto, voz y video en canales temáticos, es una aplicación para tener chats. La herramienta tuvo un papel político inédito: más de 100.000 jóvenes se organizaron, debatieron propuestas y seleccionaron candidaturas. A través del canal “Youths Against Corruption”, con más de 140.000 miembros, seleccionaron a Karki. Los militares, que quedaron en el poder después de la renuncia del primer ministro, respaldaron la elección otorgando legitimidad al proceso.
En Nepal se usó la tecnología para habilitar lo que algunos han llamado una forma participativa y transparente de deliberación democrática. Ahora bien, habría que cuestionar que se clasifique de democrático un proceso que no cumpliría varios criterios de los certámenes electorales, pero sí podemos reconocer que es un ejemplo de usos creativos e innovadores de lo digital para fortalecer la participación ciudadana en contextos de crisis institucional. Podemos estar de acuerdo en que es un ejemplo único y altamente contextual.
El Nepal en el que esto sucede es un país muy desigual pero con buena alfabetización digital, donde la conectividad movil de banda ancha es del 99,6 %, y hubo una rápida digitalización económica debido a una importante diáspora cuyas remesas representan una cuarta parte del PIB.
De otra parte, Nepal no tiene 20 años de democracia a sus espaldas. En ese período sus gobiernos han sido inestables y de corta duración. En septiembre, después de la caída del primer ministro, con más de setenta muertos en las calles y la prohibición de los militares de concentraciones físicas, la ONG Hami Nepal creó en Discord un “canal central de comunicación” donde proponen hacer la selección. La existencia de esta ONG con una membresía de más de cien mil personas y la confianza de los militares, que apoyaron la iniciativa, permitieron su éxito.
El canal de Discord facilitó crear un entorno gestionado, con votaciones, debates con las personas candidatas y liderazgos juveniles. Hicieron retransmisiones en vivo y, con más de 140.000 miembros en el canal “Youths Against Corruption”, tuvieron una gran participación. Karki, la nueva primera ministra, es una persona reconocida y aceptada popularmente que, con el aval de los militares, generó un consenso difícil de lograr de otra manera.
Varios análisis mediáticos se refieren a Discord como una red social, algunos por ejemplo enfatizan que lo sucedido allí no cambia los problemas que por diseño tienen las redes sociales (algoritmos personalizados, predominio visual-emocional) que es lo que favorece la fragmentación del espacio público, la polarización, la difusión de desinformación y la efimeridad de los procesos democráticos. Y tienen razón, porque Discord no lo es.
Discord es una aplicación de mensajería, por eso el contenido no se muestra a través de un algoritmo centrado en la atención. Lo que hay son canales donde la discusión se concentra y el tema se acota, las personas siguen conversaciones con menciones y votaciones. Es un gran chat, más parecido a Slack. Ahora bien, Discord tiene un costo de entrada alto, no es una herramienta intuitiva, tiene una importante barrera de usabilidad, que en este caso se superó por los usuarios que estaban familiarizados con ella, pero que también seguramente limitó su alcance.
Como destacó Aja Romano en Foreign Policy, Discord “funciona más como un foro de Internet de la vieja escuela que como una aplicación libre para todos, como Instagram o X” y por tanto, dice, “quizás una conclusión que se puede sacar de esto es que la primera estructura es buena para la democracia, mientras que la segunda no lo es tanto”. Difícilmente hay una vía de regreso a la vieja escuela. Sin embargo, Nepal demuestra que hay diferentes tipos de herramientas, que no todo son redes sociales ni pueden tratarse como tales.
Finalmente, lo que la mayoría de los análisis se saltan es que el caso es único también porque no estamos ante una herramienta diseñada para el debate electoral. En Discord no se puede garantizar “una persona, un voto”, tampoco se puede controlar que una persona no tenga multiplicidad de cuentas y, por tanto, la conversación es manipulable. Como contraejemplo, si quieren ver esa discusión sobre cómo debe ser una herramienta de estas, los independentistas catalanes que promovian un referendum en 2017 desarrollaron una herramienta que abordaba esas preocupaciones para tener debates electorales democráticos.
