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¡No me obliguen a usar apps!

Carolina Botero Cabrera

24 de agosto de 2018 - 12:00 a. m.

Cada vez es más frecuente que quienes me prestan servicios financieros, de medicina, de transporte aéreo y un largo etcétera quieran llevarme a que use sus apps en mi celular. Por ahora, es una amable invitación, pero veo una tendencia a que esto se convierta en la regla. ¡No estoy interesada! Y les voy a explicar por qué.

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Las apps son programas de computador que sirven como una herramienta para que una persona pueda desarrollar una tarea en concreto. A diferencia de lo que ocurre cuando hago esa tarea en el navegador, tengo que instalarla en mi celular y, a partir de ahí, desarrolla una relación estrecha con los datos —de navegación y personales—. Eso debe hacernos reflexionar.

En primer lugar, como la app se instala en mi celular, logra efectos positivos: facilita la conexión, permitiéndome una mejor experiencia y además se adapta pronto al uso que hago, se personaliza. Sin embargo, es necesario tener presente que la app ocupa espacio en la memoria de mi celular y, como es corriente que esté diseñada para consumir datos periódicamente —para actualizar la misma app o el servicio, o para enviar datos al fabricante y/o al controlador del servicio—, termina afectando el consumo de datos de mi plan.

Es decir, la primera razón para pensar si instalo o no una app es la económica. Necesito un superteléfono para instalar todas las apps que me ofrecen y, prácticamente, ningún plan del mercado aguantará que las use a full. Las cuentas no me salen.

Sin embargo, la razón que cada vez me disuade más de instalar apps es la facilidad con que acceden, usan y comparten la información alojada en mi celular sin que me entere. Las apps pueden acceder a muchos datos, por ejemplo, al identificador único de mi celular, a la geolocalización del aparato —es decir, a mis movimientos—, a los datos de mi calendario y de mis contactos, mis claves, datos que luego comparten y usan.

Los datos que recogen permiten perfilamientos muy precisos y exponen, incluso, a mis amistades y personas conocidas. Encima, todo esto termina muchas veces en manos de terceros, bien porque los responsables no siempre los protegen debidamente o porque los venden.

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Existen apps que recogen información sin que esté relacionada con su propósito. Por ejemplo, en 2014 se supo del caso de una app que controlaba la luz LED del celular (linterna) y tenía acceso a elementos como la cámara, la geolocalización, el calendario, datos de mi tarjeta de crédito, elementos que compartía con terceros sin informarlo.

Se han reportado casos en que los datos que las apps recolectan no están protegidos, de modo que son vulnerables para que los acceda cualquiera. Eso sucedió con Starbucks, cuya app no guardaba la información que recogía de forma segura, es decir, cifrada —ya lo corrigió—.

Por eso, soy muy selectiva sobre las apps que instalo en mi celular. No es que no las use, es que hago un análisis costo/beneficio. Así, por ejemplo, estoy convencida de que no se justifica que instale una app que uso tan solo una vez al mes para revisar el saldo de mi tarjeta de crédito, cuando esto lo hago usualmente desde mi casa, en mi computador.

Por eso, esta semana me sorprendió que cuando fui al Banco Falabella a pedir que me dieran la clave para poder revisar mi cuenta de tarjeta de crédito por internet, la respuesta fuera que esto se hace al momento de instalar la app en mi celular y solo en ese momento. Están usando la estrategia de Facebook, se puede usar la plataforma desde el navegador, pero el chat de Messenger, solo si instalamos la app. Poco a poco nos van obligando a usar la app y a entregar nuestros datos. Por ahora, en el caso del Banco Falabella, escojo el camino largo de esperar al extracto o ir al banco.

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Finalmente, a quienes como yo no quieren dejar de usar apps, pero quieren hacer algo para evitar esta desnudada de datos, les digo que no tenemos que resignarnos. Además de trabajar para que esto sea considerado por las autoridades (las superintendencias deberían comenzar a mirarlo), debemos exigir más transparencia y responsabilidad por parte de las empresas

Inspirada por Lisa Gutermuth, creo que les pueden ser útiles también estos consejos: 1) Tomen el control y cambien la configuración del celular, administrando los permisos que tienen las apps para acceder a la información; 2) lean las políticas de privacidad de las apps o como mínimo verifiquen que existan; 3) usen y prefieran las apps que maximicen la privacidad; y 4) revisen periódicamente lo que está sucediendo con sus apps en su teléfono, porque cuando se actualizan puede que la configuración se modifique.

Agrego una última recomendación: dediquen tiempo a la higiene digital, es decir, limpien periódicamente el celular de información que ya no se necesita (ej. contactos viejos, fotos inservibles, mensajes inútiles, etc.). Si todavía quieren aprender más sobre cómo proteger sus datos, no dejen de conocer Genios de Internet, una guía para mejorar su seguridad en la red, campaña que realizamos en Karisma, donde trabajo.

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