El 8 de marzo, mujeres de todas las edades salieron a marchar en Bogotá. Sin embargo, el Esmad -hoy se llama la Unidad de Diálogo y Mantenimiento del Orden, Undmo- recibió a las manifestantes al empezar la noche en una plaza de Bolívar a media luz y cercada en la que quedaron a merced de sus bombas aturdidoras y del miedo. El Sistema de Información de la Undmo (el Sidmo) puede contarnos los detalles de qué fue lo que pasó.
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Esta marcha es una forma de recordar con energía y alegría el camino recorrido por quienes nos han precedido para reclamar igualdad de derechos, equidad de oportunidades y tolerancia cero a todas las formas de violencia que la sociedad machista nos ha deparado. Yo no estaba en Bogotá así que no participé, pero mis hijas y mis amigas sí. Cuando me escribieron que las estaban “gaseando”, sentí impotencia, sólo podía esperar. Más tarde el relato de todas era similar: al irse acercando a la plaza se encontraron con cercas de metal que las obligaba a caminar por ciertos lugares, limitando la movilidad. Cuando llegaron, la plaza estaba a oscuras y de repente sonidos de aturdidoras y encontrarse rodeadas de hombres robocop. Luego los empujones y tratar de salir corriendo de una plaza en la que la mitad de las salidas están cerradas, y las otras tienen cercas de metal. En medio del caos, una posible estampida, el olor del miedo y el sonido del llanto, se materializó para ellas una pesadilla que evitan diariamente: estar en calles oscuras en situaciones donde pueden quedar acorraladas, con miedo a los hombres que las rodean.
La noche del 8 de marzo en Bogotá, la ciudad selló, sobre todo en la memoria de muchas niñas y jóvenes, lo que sucede cuando se atreven a tomarse el espacio público para reclamar sus derechos, “no lo hagan, quédense en sus casas”. Lo hizo no solo con sus actos, también con las declaraciones de la Alcaldía que llamó a que no participaran menores en las marchas porque son “riesgosas”. Declaraciones que están en abierta contradicción con las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que ha advertido que los funcionarios no deben hacer llamados restringiendo el derecho a la protesta, tampoco a coartar la participación de poblaciones vulnerables; lo que deben es tomar medidas reforzadas para evitar que sean “riesgosas”. Dirán que fue otro error.
Me uno a las otras voces que señalan que no es proporcional que la Undmo use gases lacrimógenos o aturdidoras por un grafiti, ni que sugieran que la vida de los agentes esté en peligro porque unas mujeres se les opongan con arengas. También me uno a las preguntas sobre: ¿Qué pasó en esta oportunidad? ¿Por qué no se aplicaron los “nuevos” mecanismos que se supone deben guiar el manejo de la protesta? ¿Dónde quedó el enfoque de género? La ausencia de graves consecuencias no justifica minimizar lo sucedido.
Las autoridades sabían que una multitudinaria manifestación de mujeres de diferentes edades llegaría a esa plaza, a un espacio público que deben preparar para recibirlas; sin embargo, la disposición fue una cadena de errores. ¿De verdad a nadie se le ocurrió que en la plaza a oscuras, cercada y con la mitad de los accesos cerrados, tener a agentes Undmo con instrucciones de no permitir daños en bienes públicos y órdenes de actuar dispersando a las personas con bombas aturdidoras, no la convertía en una ratonera?
¿Cómo se preparan para estas marchas? Porque ya hay historias que cuentan lo que puede pasar con esos “errores”. Afortunadamente la comparación resulta exagerada, pero mientras esperaba noticias de mis hijas, mi mente viajó al museo de la masacre de Tlatelolco en la Plaza de las Tres Culturas en Ciudad de México. Allí el museo hace memoria para que no se repita la ratonera en la que la policía convirtió la plaza ese 2 de octubre de 1968 para miles de estudiantes que protestaban. En Bogotá no hubo tragedia pero “los errores” dan escalofríos.
Hace años que sabemos que se requiere una reforma estructural a la policía antidisturbios. Sin embargo, como lo han denunciado varias organizaciones en lugar de desmantelar el Esmad, este gobierno optó por impulsar una reforma. Fue así como terminamos con la “nueva” Undmo, que es más de lo mismo, cómo se comprobó ese viernes 8 de marzo.
Cómo hacer un uso proporcional y diferenciado de la fuerza, es una preocupación central de la reforma. Entonces, ¿será que como el decreto no ha entrado en vigencia no aplican sus principios? Tengo preguntas: ¿Cómo decide la Undmo cuándo y cómo actuar? ¿Quién da la orden del tipo de dispositivo o herramientas que usarán? ¿Qué se considera una amenaza? ¿Dónde está la información que permitirá establecer lo sucedido? ¿Todavía hay que esperar hasta que el periodismo de datos reconstruya y nos cuente los sucesos?
Participando en el proceso de reforma al Esmad, Karisma -a la que sigo vinculada- se encontró con el Sidmo, un sistema que desarrollaron después de las sangrientas protestas de 2021. Karisma ha contado lo que sabe de Sidmo, y lo primero es que allí se registra toda la información de los operativos con cámaras y bitácoras que conservan el minuto a minuto de la operación. Esto incluye información sobre quién lleva qué armas y la correspondiente munición. Establecieron también que el sistema permite que altos mandos supervisen y den órdenes a las unidades en campo en tiempo real. Ahora bien, afirman que este sistema tiene un gran “pero”: es un sistema cerrado que lleva dos años operando en secreto para la ciudadanía. En todo caso, para Karisma la información que tiene Sidmo ofrece una buena oportunidad para la defensa de derechos, pues lo convierte en un testigo de excepción de las operaciones de la Undmo. Me queda claro que la policía ya tiene la información sobre lo sucedido, puede establecer responsabilidades y ofrecer las lecciones derivadas de la tenebrosa experiencia.
Ojalá las preocupaciones del día siguiente a una manifestación se redujeran siempre a discusiones sobre las pintadas en las paredes -que en el contexto actual me suena superflua-, que el debate sea sobre las formas de la protesta pacífica no sobre daños en la integridad física o emocional de las personas. Eso sí, calificar lo sucedido como una cadena de errores que convirtió a la plaza de Bolívar en una ratonera, es en sí mismo un error. Que no se enrede la investigación, porque sabemos que tienen información para establecer el minuto a minuto de lo sucedido esa noche. Pendiente del relato, alcalde Galán.