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Que el derecho de autor está roto, es algo que el uso de tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) evidenció; y que, sin reformar positivamente aún la ley, ha cambiado en forma importante en los últimos años.
Las licencias abiertas son las responsables del cambio. Nacieron en los 90 con el software libre y entraron en el siglo 20 cambiando para siempre el modelo legal de “todos los derechos reservados” a “algunos derechos reservados”. Así, el propio titular define las libertades y usos que autoriza a su audiencia. No importa el modelo de “apertura” que se use, el permiso de copia y distribución sin ánimo de lucro está garantizado. Esto legaliza la mayoría de los usos que hacemos en Internet (piense, por ejemplo, en compartir fotos por redes sociales). Con las licencias, el cambio se hace usando las mismas normas cuyos efectos se cuestionan (como que el plazo de protección es muy largo).
Esta semana se celebra la conferencia mundial de Creative Commons (CCSummit). Aunque llevo diez años involucrada en temas de licenciamiento abierto y especialmente en identificar el potencial de las CC en contextos mediados por TIC, me sigue sorprendiendo el poder ciudadano que representa usar la misma ley para cambiar un paradigma y demostrar con argumentos que hay muchas formas de crear y gestionar contenidos. En Colombia, por ejemplo, el Ministerio de Educación construyó una política para recursos digitales que apuesta por lo abierto, y hay comunidades como la de creadores audiovisuales que movilizan festivales en Medellín, Cali y Bogotá, explorando y abriendo opciones al uso de TIC.
El contraste, hace unos días se aprobó el TPP (Transpacific Partnership Agreement). Se trata de un tratado de libre comercio negociado en secreto por EE.UU y otros 11 países, que en el proceso comprometieron sus sistemas democráticos, pues se impondrán decisiones sin consulta ciudadana. Las filtraciones del capítulo de propiedad intelectual muestran que se mantiene la tendencia maximalista proteccionista del derecho de autor, afectando derechos humanos. La resistencia a este acuerdo no es menor. Seguramente habrá oposición para su ratificación por los firmantes. Sin embargo, será particularmente agria en Colombia, pues nunca negociamos. Para nosotros será simplemente “tómenlo o déjenlo”.
