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Voces que caminan territorios

Carolina Botero Cabrera

12 de noviembre de 2021 - 12:00 a. m.

Mientras íbamos saliendo del aislamiento de la pandemia, se dio la publicación -sin mucho bombo, pero con gran ilusión- del texto “Voces que caminan territorios”. El libro narra y recoge una colección de reflexiones sobre ejercicios de comunicación alternativa en el sur del país -Nariño, Cauca, Caquetá y Putumayo-, territorios donde muchas causas, entre ellas la violencia de décadas, han provocado un grave silenciamiento de lo que allí sucede.

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Estamos de acuerdo con la investigación de hace unos años de la Flip: la ausencia de periodistas que cuenten lo que sucede en los territorios de nuestro país es un indicador preocupante de la salud de nuestra democracia. Sin embargo, el que esos territorios estén aparentemente silenciados no significa que estén en silencio. Como sucede en el atardecer y las noches de nuestros campos, el silencio está lleno de sonidos de grillos, chicharras, ranas, búhos, y las luces de las luciérnagas.

Si la resiliencia de las comunidades está en las voces y luz de sus gentes, hay que hablar con ellas. Así, el texto cierra un proceso que comenzó en medio de las ilusiones que despertaba el proceso de paz. En 2018, desde Karisma, donde trabajo, nos propusimos indagar sobre las experiencias alternativas y comunitarias que, en los territorios silenciados por el conflicto, abrían espacios de diálogo para tejer conversaciones y contar lo que allí sucede.

No podíamos pensar en 2018 que se atravesaría una pandemia en 2020, que el proceso de paz estaría en la cuerda floja y que, mientras cerrábamos la indagación, entraríamos en la tensión de una protesta pandémica. Todos estos desafíos atravesaron los territorios y sus gentes e impactaron el proceso de investigación y acompañamiento, y esos son temas que se perciben y atraviesan cuando nos aproximamos al texto.

Pero, cuando empezamos, yo debo decir que tenía mis propias preguntas: ¿Cuán diversas serían esas voces? ¿De qué hablaban y cómo se proyectaban? ¿Cómo jugaba en este proceso la tecnología -como impulso y como riesgo-? ¿Cómo podíamos apoyar que siguieran ocupando esos espacios? Muchas de estas recibieron algunas respuestas, otras siguen pendientes y están en desarrollo.

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Caminando esos territorios con la disposición de escuchar y poner manos para apoyar los procesos que están en marcha, confirmamos la diversidad no solo de esta parte del país sino, sobre todo, de las experiencias que se sitúan ahí y que merecen más espacios para ser escuchadas, para hablar de sus territorios y los problemas que ocupan.

Tres años después, les pido que lean lo que estas comunidades tienen para decir, que el texto sirva para picarnos la curiosidad y buscar más. Lo que puedo compartir es que las comunidades de estos territorios definitivamente no están en silencio, pero sí encontramos que están silenciadas.

Más allá de la cartografía del silencio de la prensa que hizo la FLIP -que nos inspiró para indagar sobre las comunicaciones alternativas- ,encontramos que el silenciamiento responde a muchas otras inequidades presentes en los territorios y que con frecuencia se materializan en barreras, condicionamientos y luchas de poderes que terminan en el silenciamiento de las voces.

En el ejercicio pudimos ver que si bien las mujeres tienen roles importantes y liderazgos en los procesos comunitarios, esto no se traslada a los procesos comunicacionales más formales -como las radios comunitarias-. También establecimos que el ejercicio comunicacional es un proceso empírico que se hace en la práctica sin conexión con el manto de derechos humanos que lo cubre, mientras que la reflexión consciente sobre la digitalización -con sus beneficios y riesgos- apenas empezaba a ser parte de sus preocupaciones.

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La tecnología digital en estos territorios es una oportunidad que utilizan las comunidades y, como sucedió en tantos otros lugares del país, fue un recurso central para mantener algo del proceso educativo en los territorios. Pero, como vimos en tantos otros lugares, la tecnología en las condiciones del territorio no se puede romantizar: empecemos porque la conectividad no está garantizada y sostenerla es costoso para iniciativas de base comunitaria.

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Sigamos con que las brechas de conocimiento para acceder y usar la tecnología son un importante reto en las comunidades y, concluyamos, con que el paro nacional incrementó el ya creciente interés por la seguridad digital que además aumentó la vulnerabilidad de muchos de los actores de la comunicación alternativa.

Ojalá las restricciones y congestiones que generó la pandemia cedan y ojalá retomemos con ilusión la buena práctica de hacer ejercicios colectivos. Esta puede ser la excusa para un reencuentro con estas comunidades que nos sirva para seguir la exploración, el aprendizaje, la escucha y el acompañamiento en el caminar con los espacios y territorios que quedaron al margen. Ese es también nuestro desafío.

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