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La primera semana del segundo gobierno del Presidente Donald Trump está llena de aspectos de tecnopolítica que vale la pena documentar para reflexionar sobre los cambios que generará.
Los gestos de Trump esta semana muestran que los riquísimos dueños de las empresas tecnológicas tendrán mucho poder e influencia en este gobierno. Está la foto de los dueños de las principales empresas tecnológicas en primera fila de la posesión satisfechos, exudando energía masculina. Tenemos la revocatoria de la orden ejecutiva de Biden para abordar los riesgos de la Inteligencia Artificial y, acto seguido, el anuncio de una inversión pública de 500 mil millones de dólares en el sector. que recibirán juntos en una empresa que crearán para eso ¿Será que la autoridad antimonopolios dirá algo?. Un músculo que se reforzará con promesas de proteccionismo para la América corporativa.
Pero, ¿Por qué que detenernos en esta obscena e inédita -a estos niveles- unión de poder político y económico? Para responder puede ayudar pensar en lo que está pasando en el segundo mandato de Trump como tecnofeudalismo, “un sistema postcapitalista dividido como la sociedad feudal de la Edad Media. Llevado a la actualidad, los señores feudales, que en el Medievo eran propietarios de las tierras, ahora son los dueños de las grandes empresas tecnológicas.”
Este modelo propone que esas empresas controlan un gran poder económico y social en la medida en que controlan infraestructuras esenciales -plataformas digitales, redes sociales, comercio en línea, los cables y satélites que las conectan, etcétera-; las personas usuarias, las pequeñas empresas, quienes crean el contenido y -no lo olvidemos- los propios Estados, dependen de esas infraestructuras para acceder a servicios, mercados y audiencias; el principal recurso son los datos de quienes usan las infraestructuras y que se convierten en la moneda de cambio. Todo esto sucede en un espacio en el que esas empresas -y sus dueños- controlan también las reglas y los algoritmos que se aplican a las interacciones y comportamientos en sus infraestructuras, algo que facilmente se puede convertir en sistemas de vigilancia económica y social.
Esta tesis es criticada por expertos, como Evgeny Morozov, que argumenta que no es cierto que sea un nuevo sistema, sigue siendo un periodo del capitalismo.
Sea cómo sea, el modelo busca explicar elementos problemáticos del fenómeno. Ahora, tanto quienes suscriben la tesis del tecnofeudalismo como quienes la critican admiten que frente a la perplejidad por lo que pasa la consecuencia es el crecimiento de la pobreza y el aumento de las desigualdades entre las personas usuarias y las grandes empresas tecnológicas y sus dueños. Paralelamente OXFAM publicó su informe 2024 titulado “El saqueo continúa: Pobreza y desigualdad extrema, la herencia del colonialismo” que advierte que el 1% más rico de la población mundial, que reside mayoritariamente en el norte global, aumentó su riqueza a un ritmo de 30 millones de dólares por hora. De mantenerse la tendencia, en una década en el mundo habrá 5 billonarios mientras millones de personas vivirán en extrema pobreza. Y ser habitante de un país del norte global no te blinda, allí también crece la desigualdad y la pobreza.
¿Qué tanto podrá Trump realmente cambiar el sistema? ¿Cuánto de lo que cambie aportará a aumentar esa desigualdad y pobreza? ¿Cuál será el poder de estos empresarios y qué tanto lo exportarán? En este sector, más allá de observar y financiar -porque desregular es una forma de regular, algo hará-, ¿Cuál será el rol del Estado en su gobierno? ¿Cómo será la respuesta de otros Estados ante una apuesta abiertamente colonizadora en términos económicos y sociales? Habrá que avanzar en resistencias para esta otra forma de determinismo tecnológico desde una perspectiva humana, defendiendo derechos y promoviendo la justicia social. En todo caso, la idea de que estábamos ante “dictadores benevolentes” o “capitalistas buenos” se desmorona y como sociedad civil debemos asumir que son empresas con ánimo de lucro interesadas en las mieles del poder.
Ñapa. Como un guiño a la comunidad de criptomonedas -a la que prometió desregulación y apoyo en campaña-, Donald y Melania Trump entraron a ese mercado lanzando monedas conmemorativas de la posesión: TRUMPCoin y $Melania, respectivamente. El Times relata como la moneda de Trump generó un gran interés inicial, atrayendo nuevos usuarios. Hay quienes recibieron el gesto como la reafirmación de su compromiso, mientras que para otras personas es una estrategia para explotar a sus seguidores. El valor de las monedas conmemorativas depende de la fe de quienes las usan. El equipo de Trump posee el 80% de la oferta, lo que les otorga control sobre su precio, aunque no pueden venderlas en meses para evitar colapsos. Para expertos como Angela Walch, este acto inicial podría reforzar la percepción negativa del sector de las criptomonedas, ya asociado con estafas y prácticas poco éticas, aumentando la desconfianza del público.
