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Aunque su autor lo llame ensayo, la escasez de especulación hace que Viaje a la ficción: el mundo de Juan Carlos Onetti, el más reciente libro de Vargas Llosa, deba catalogarse como una monografía.
Concatenando con exitosa laboriosidad interpretaciones y sinopsis con pasajes biográficos y seguimientos históricos, el autor logra un escrutinio completo de su objeto. Su descripción del estilo de Onetti es magnífica, la maestría de su prosa brilla en sus consideraciones sobre el mal y sus observaciones sobre el punto de vista en la obra del uruguayo son indispensables.
Sin embargo, el estudio resulta más exhaustivo que penetrante. Suele basarse en categorías estructuralistas algo rancias, y cuando incursiona en la teoría literaria incurre en explicaciones que todo el mundo se sabe (al menos todo el que se interese en un estudio sobre Onetti), como ocurre en el caso de la advertencia: “Hay que disipar un prejuicio: que haber recibido influencias merma la originalidad de un escritor”, en el comentario: “Pero las obras literarias son también, aunque jamás únicamente, testimonios históricos y sociales”, en el dato que el autor aporta a la socorrida afirmación de que la vida que imita al arte: “Porque, en efecto, no son las novelas las que imitan a las ciudades sino las ciudades las que terminan imitando a las grandes novelas”, y en sus generalidades sobre la función del lenguaje y la génesis de la ficción.
En sus apreciaciones, Vargas Llosa recurre a tópicos (el “novelista que vuelca sus demonios”, el “muchacho vago y soñador”) y a convenciones reseñísticas insustanciales: “Condensada con soberbia medida y escrita con insuperable perfección, en un estilo denso e intenso a la vez que luminoso, en el que nada falta y nada sobra para fascinar y abrumar al lector”.
A lo largo del libro se repite una tesis principal, de limitada perspicacia: que la narrativa de Onetti gira en torno al tema de la ficción como alternativa de la realidad. Hasta que el lector descubre que el martilleo de la obviedad servía la función de apuntalar la tesis política del autor, no menos conocida, según la cual el “viaje a la ficción” que emprenden de manera escapista los personajes de Onetti es el mismo que ha emprendido América Latina en sus revoluciones. “Y esa es la razón por la que América Latina, que ha errado y fracasado una y otra vez en sus opciones políticas, sociales y económicas, ha sido en cambio tan poco subdesarrollada y tan creativa en el dominio artístico”, concluye Vargas Llosa, y enuncia su conclusión también demasiadas veces.
