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Libro de letra grande

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Carolina Sanín
12 de junio de 2009 - 02:26 a. m.
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Tusquets publicó hace unos meses la primera traducción española de Venganza tardía. Tres caminos a la escuela, un relato autobiográfico que Ernst Jünger escribió a los 96 años, siete antes de morir.

Es un libro de viejo: una de esas obras que el lector no sabe si son libros, o a partir de cuándo lo han sido, o de acuerdo con qué intención; que más parecen libretas, y que los editores, albaceas de los designios de los autores que ya han pasado al otro lado, publican con márgenes amplias y letra grande para llenar al menos cien páginas. En este caso, hicieron falta cincuenta notas al texto más bien innecesarias y un posfacio ídem para lograr el estatus de “volumen” y su consiguiente comercialización.

Pero la sensación de oportunismo por parte del editor no hace, por supuesto, que la obra carezca de interés. En una especie de Bildungsroman en síntesis, Jünger narra la historia de la educación de Wolfram, un muchacho levemente tartamudo y en ocasiones violento, que sufre de vahídos a los que da el nombre de “ausencias”, y que, para ir a la escuela, camina a través del parque municipal que separa su casa de la ciudad. El recorrido hacia la escuela se convierte en el contraste de la escuela: a lo largo de ese camino repetido, Wolfram se educa a sí mismo como héroe y como poeta. Repite e incorpora líneas que aprende de la literatura y recoge guijarros para construir, en la terraza de su casa, un modelo a escala del parque municipal.

El trayecto entre la casa y la escuela se presenta como el espacio transformador que va del secreto a la socialización. Ese espacio de distracción es tanto la vía hacia el “lugar equivocado” (la escuela) como el desvío de esa vía: el surco donde se siembran palabras que el sujeto ignora cuándo germinarán. En su simpleza casi mística, el relato de Jünger sugiere reflexiones capitales sobre la manera de percibir el paisaje y la relación de ésta con la elaboración del detalle literario, y sobre el tenso hilo que se tiende entre la evasión y la atención.

Las grandes letras, que hacen de este libro de viejo también un libro para viejos (hasta las notas al pie son legibles con casi cualquier grado de hipermetropía), se fijan extrañamente en la memoria; son como las piedras-semillas que el niño recogía en el camino hacia la escuela para construir con ellas una representación de la distancia.

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