Es el sabio consejo del padre Francisco de Roux, quien presidió la Comisión de la Verdad y hace un año entregó el documento que refleja el arduo trabajo de más de tres años realizado con convicción para las generaciones presentes y las que nos siguen, y se convierte en un excelente punto de partida para la paz total del presidente Petro, que no podría ignorar nada de lo que se consignó allí, donde las víctimas son las protagonistas de un proceso de reconciliación largo, pero con mucha esperanza.
Sin embargo, la responsabilidad para que el camino hacia la paz avance no radica en los discursos estridentes ni melodramáticos, tampoco en los trinos que generan desesperanza ni mucho menos en sesiones gubernamentales en sitios apartados del país. Se trata de movilizar a esa burocracia paquidérmica que se jacta de mirar milimétricamente los requerimientos de los proyectos, mientras se hace la de la vista gorda cuando se roban descaradamente los recursos asignados en el presupuesto. Miren no más el PAE (Programa de Alimentación Escolar) en el corazón de La Guajira, donde ha quedado más que demostrado que la malnutrición y muerte de sus niños se origina en las instancias gubernamentales. A eso hay que apuntarle. ¿Podría haber paz en esas condiciones? Esos recursos y muchos más se los están robando en plena sesión presidencial, en las barbas de ministros y funcionarios a de alto rango.
Como bien lo anota el doctor Amylkar Acosta en uno de sus inteligentes artículos: está en sus manos, señor presidente, dar cumplimiento al documento CONPES 3944 del 6 de agosto de 2018, mediante el cual se establece una “estrategia para el desarrollo integral del departamento de La Guajira y sus pueblos indígenas”, expedido en respuesta al auto 207 del 25 de mayo de 2017 de la Corte Constitucional, que conminó al Gobierno a que lo pusiera en práctica.
Ya no solo son las licitaciones realizadas con una aparente transparencia, es la idoneidad de quienes se les adjudica, es la subcontratación a través de las mafias favorecidas por gobernantes inescrupulosos y sin valores de ninguna categoría, pero que apoyan procesos electorales de dudosa ortografía. La mayor victoria de un gobernante municipal, departamental o nacional solo se mide por la realización de obras de envergadura limpias de escándalos. No más discursos estériles. En La Guajira van a quedar llenos de esperanzas… solo por unos meses. Luego viene lo mismo. Incumplimiento de todo el palabrerío. Y si esa va a ser la hoja de ruta gubernamental, que ni vengan.
Ana María Córdoba Barahona, Pasto
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