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Argumentos pecaminosos

Cartas de los lectores
13 de diciembre de 2021 - 05:10 a. m.

Para la tristeza de todos, el discurso en contra del fanatismo religioso —tan importante para la salud de nuestra sociedad— ha caído en una repetición penosa de las mismas cuatro quejas. Plagada de generalizaciones apresuradas y extremismos delirantes con el propósito de impactar al lector, la columna titulada “Mi apostolado es en contra de la religión”, de Jorge Gómez Pinilla, no es más que un cúmulo de falsos argumentos que, a pesar de que pretenden criticar la intransigencia religiosa, no tocan en lo más mínimo las entrañas de este primordial asunto.

Antes de pasar al contenido del texto, dirijámonos a uno más antiguo del mismo columnista, publicado por El Espectador en 2019: “Fundemos el Partido Agnóstico”. En esa ocasión, el autor se mostró razonable y presentó su descontento frente al mismo tema con el debido cuidado bajo el siguiente principio: “Agnóstico es todo aquel que considera que lo limitado de nuestro conocimiento nos impide saber ‘a ciencia cierta’ si Dios existe o no, y en tal medida guarda un profundo respeto por las ideas religiosas (…)”. Sin embargo, ahora sus palabras son radicales; se refiere a todos los creyentes en general como poco menos que un rebaño de crédulos terroristas: “El creyente en deidades se ofende porque se siente atacado, es capaz incluso de matar al que quiere sacarlo de su engaño”. Es evidente para cualquiera la falta del “profundo respeto” que predicaba, como también la ausencia de verdadero conocimiento acerca del asunto que trata. ¡Qué barbaridad!

Pese a lo anterior, no puedo hacer otra cosa que mostrarme justo frente a algunas de sus ideas. Le concedo la razón al autor en que es preciso que la lucha contra el fanatismo se sustente en el amor al prójimo, en “hacer el bien y pasarla bien”, pero de inmediato debo presentar mi objeción, pues la forma en la que pretende llevar a cabo esta labor no es más que una réplica de aquello que repudia: la evangelización por medio de la violencia ideológica: “Es entonces cuando se adquiere una especie de certeza lúcida —no desde la creencia ciega, sino desde lo racional— sobre la urgencia de ejercer un apostolado en contravía, para ‘iluminar’ al equivocado de buena fe (…)”.

Que intente “iluminar” a los descerebrados, que nosotros, ciudadanos razonables, no hacemos caso a esas ínfulas de superioridad que se alzan cual cruzadas para someternos. Este autor —como apóstol, es decir, enviado por fe— ansía convertir a los incultos a su doctrina, tal como en el pasado lo hicieron los “iluminados por Dios”, ¡y a qué costo! Es en el fondo el mismo deseo disfrazado bajo otra sotana…

Para finalizar, quiero aclarar que no soy partidario de ningún grupo religioso. Mis intenciones no son más que mostrar mi repudio a las pésimas prácticas de argumentación; si mejoraran un poco, harían que temas como estos dejen de ser tan corrosivos en nuestra sociedad.

Camilo Andrés Cadena.

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com.

 

toribio(27030)21 de diciembre de 2021 - 10:45 p. m.
En tiempos antiguos había un Dios por cada ignorancia. Hoy la única ignorancia es el origen del universo, pero yo prefiero quedarme con la duda en lugar de afirmar que allí está la divinidad.
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