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Frente a las adversidades siempre nos repetimos que lo último que se pierde es la esperanza. Eso aplica a todos los órdenes de la vida de una persona, grupo o comunidad de todo un país. Sin embargo, con el alud de las noticias de prensa, radio y televisión, además de las informaciones falsas, amarillistas y escandalosas se encargan de bajar el ánimo a toda una sociedad, salvo a los criminales que continúan sembrando terror y mafia con su aceitada máquina de la muerte en todos los rincones de este adolorido país. Y el gobierno temblando como una gelatina frente a la criminalidad bien organizada. ¡Qué horror!
A veces ya no se tiene hacia dónde mirar. Los anuncios gubernamentales solo nos llenan de temor, las entrevistas de los expertos nos alertan sobre los peligros y uno se pregunta qué hacen las autoridades para evitar tanto derramamiento de sangre. Los diálogos y mesas de conversaciones solo generan rabia porque siempre se cede en favor de las aspiraciones de estos personajes endemoniados que llegan como los violadores en nombre del amor.
Las intervenciones del presidente de la República crean una mezcla de sentimientos: risas y miedo, mucho miedo que poco a poco penetra en el alma de la gente de bien. Ya ni hablar de los escándalos de funcionarios corrompidos hasta la médula. Después de los Olmedos López qué más puede seguir. El escándalo de hoy se encarga de tapar el anterior… desde los tiempos de Reficar. La conciencia de esos tipos, si es que tienen conciencia, debe ser como una caverna llena de cadáveres.
Ojalá se apodere de ellos una pizca de remordimiento y tengan pesadillas para el resto de sus vidas, así vivan entre el lujo que produce el dinero robado a manos llenas, de mafias y triquiñuelas. ¿Qué les dirán a sus hijos? ¿Cómo los forman en medio de tanta inmundicia? ¿Qué se dicen a sí mismos al comenzar y finalizar cada día? ¡Cómo será vivir con tanta plata podrida sin poder disfrutar con la mirada limpia a los ojos del ciudadano! Que no se nos olvide: hay más Olmedos López, Palacinos, Morenos, etc., etc. Ánimo a quienes todavía tienen la valentía de denunciar para que no se muera la esperanza.
Ana María Córdoba Barahona, Pasto
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