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“Y quedan 18 meses”, titular del editorial del 9 de febrero, nada tiene que ver con el contenido. En el editorial se pretende evaluar al presidente de la República tras sus dos primeros años de gobierno. Allí se encasilla su conducta dentro del enfoque psicológico de proyección, es decir, culpar a otros y ver fantasmas sin autocrítica.
Se refieren a su paso por la alcaldía como poco menos que un fiasco por su “poca capacidad de liderar equipos que ejecuten”. Además, recogen una lectura del consejo de ministros —que fue televisado, sorprendiendo a sus participantes— para concluir que los funcionarios se van de una “Casa de Nariño disfuncional, sin liderazgo ni ejecución”. Una lectura de esta naturaleza sobre un hecho inusitado e inédito en más de doscientos años de vida republicana resulta mezquina y banal.
Si bien, a mi modo de ver, se debe reprochar el haber hecho público un evento sin el consentimiento de sus participantes, como al parecer ocurrió, pudieron haberse vulnerado derechos individuales y de imagen personal. No obstante, lo que se destaca es un hecho tan esperado en una democracia: la transparencia en la gestión pública.
Desconozco razones de peso para que ahora se reivindique la privacidad de los consejos de gobierno; más descalificable aún es que lo haga un medio de comunicación. Siempre se ha tratado al ciudadano común como incapaz de entender lo público, por lo que se endiosa a los tecnócratas, vacas sagradas, académicos y expertos.
Resulta entonces paradójico que, después de la lucha emprendida desde la Constitución de 1991 por una mayor transparencia y control de los recursos públicos, ahora que se hace visible un consejo de ministros haya protestas. ¿Cuántos muertos nos habríamos ahorrado si los consejos de ministros en los que se ordenó el toque de queda para dejar de transmitir resultados electorales en 1970, o en los que se decidió la retoma del Palacio de Justicia, se hubieran publicitado para el bien de una democracia real y material?
Y, parodiando el titular, toca decir: “Y quedan 18 meses” y lo que se espera de un gobierno que optó por la transparencia de lo público. Ese solo logro basta para rescatar esa audaz decisión presidencial.
Ernesto Perico Triviño
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