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Sobre la confianza en las instituciones (I)
En su editorial, publicado el domingo 3 de abril de 2022, titulado “El deterioro de los valores democráticos”, ustedes mencionan su enorme preocupación por la mala imagen que tenemos hoy los colombianos de nuestras instituciones y de la democracia misma, según la encuesta divulgada por el DANE.
En esta mención estamos de acuerdo. Esa realidad es evidente, ante todo en las capas sociales que, indefensas, tenemos que soportar los desmanes absurdos de parte del Estado. Sin embargo, me parece pertinente traer a colación el papel que asumen los medios de comunicación frente a semejante panorama.
Como ciudadano de a pie, lo que noto, escucho y leo son medios hablados y escritos puestos en su mayoría al servicio de un Estado sordo y ciego, que presupuesta que con la negación sistemática de sus desaciertos nos van convencer de una buena gestión.
Tanto esos medios que difunden como ciertos esos comunicados livianos como esos funcionarios que los redactan creen estúpidamente que esta retórica sigue calando entre la ciudadanía, y eso ya no es tan verdadero.
Con lo anterior, quiero exigir un mayor respeto por nuestra mejor y mayor interpretación del acontecer nacional. De lo contrario, la realidad seguirá su curso, hasta que nos obliguen a elegir otras alternativas de gobernanza, porque, según los mencionados, ante una sociedad tan ignorante no es necesario un actuar diferente a como se actúa hace más de cien años.
Air Morales
Sobre la confianza en las instituciones (II)
Leyendo su editorial, se me hace patente la calidad de nuestra democracia. A finales de los 90 era claro que la nueva Constitución era un himno al vacío. El exterminio de la oposición continúa, el asesinato de líderes sindicales no es noticia, la impunidad es creciente, el robo organizado de los impuestos por la mafia gobernante avanza, el asesinato político es cotidiano, la miseria crece y la violencia estructural se perpetúa; estos son algunos de los hechos que muestran la calidad de nuestra democracia.
Colombia elige periódicamente a sus verdugos. Solo miremos este siglo XXI: la pobreza crece, la exclusión ofende, el rebusque elimina la dignidad, el dinero para ser patrón se impone. En este panorama a quién le interesa la democracia, cuando lo único real es sobrevivir en una sociedad en la que los ricos se hacen más ricos, y los pobres más pobres.
La democracia es un modo de vida y no una definición. Estamos muy lejos de superar la ignorancia, la pobreza y la exclusión, los verdaderos enemigos de Colombia; lo haremos a través de gobiernos propaís, comprometidos con cambiar esta realidad erradicando el miedo, superando la impunidad. A través de la posibilidad de la democracia. Lo demás, a lo sumo, es un ejercicio académico.
Ernesto Guarnizo Llanos
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