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La cultura se ha perdido
En repetidas ocasiones me he dado cuenta de que en Colombia imperan los improperios, las agresiones, los malos entendidos, las humillaciones, etcétera… Se han ido relegando la caballerosidad, el buen trato y las pesas justas en los negocios. La política —que debería ser el honor de servir— se ha vuelto un medio de quienes desean utilizar a los ciudadanos para formar un imperio personal.
En vísperas de votación, muchos candidatos han mostrado sus avances en la niñez y el progreso a lo largo de sus planes gubernamentales. No estoy cuestionando esa labor. Sin embargo, es urgente que desde la infancia se trabajen los principios y esa cultura del respeto que a la larga beneficiarán a la sociedad.
Ahí es donde entra la ecuación de la protesta civil: ¿es legítimo que haya un abuso de autoridad por parte de nuestros “defensores”? ¿Es aceptable que se ataque a los manifestantes pacíficos? Pero me carcome otra inquietud en este valle de soledad en el que nos encontramos: ¿es correcto que acaben con bienes públicos construidos por la comunidad? ¿Es verosímil que se promueva “terrorismo urbano” con el objetivo de la toma de poder?
Muchas preguntas y pocas respuestas. Pero es desde nosotros donde debe empezar el cambio, no en las campañas electorales. Se ha escrito acerca de propuestas para generar cierta esperanza, ¿pero la población no debe también bajar la mirada y aceptar otro rumbo?
Y como si fuera poco con estos escollos, en varias avenidas de Bogotá algunos carros han aprovechado el carril alternativo para hacer un tipo de giro y no han respetado la fila. Mientras ellos pasan el semáforo, los que esbozan civilidad quedan varios minutos atascados. Se ha tratado de juzgar a las personas públicas —muchas denunciadas con razón—, ¿pero acaso el cambio no está en nosotros?
Andrés F. Correa Vega
Sobre un editorial
En la lectura realizada de “Tambores de guerra y democracia en riesgo”, los conceptos expuestos en este editorial —porque no es noticia— muestran una idea de que unos son malos y otros son buenos, que los que tienen emporios y economías abiertas son los que hacen el bien por luchar por la democracia y los otros no. Sería bueno y aconsejable si el editorialista tuviera en cuenta que a las personas las pongan en contexto frente a la situación de los países alrededor de Ucrania, que tienen una postura diferente. Es muy difícil ver que a estas alturas, con la situación que vivimos, todavía se sigan prestando los medios escritos a desinformar y tomar parte de las cosas.
Mauricio Álvarez
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