La inminente caída de la Universidad Sergio Arboleda
De la mofa pública al escarnio del pueblo, la Universidad Sergio Arboleda vuelve al que parece ser su lugar más convencional: el ojo del huracán. En esta oportunidad, para recibir un esbozo de justicia que se avecinaba a no mucho más de un mes de haber despedido a su egresado más ilustre de la posición pública con mayor reconocimiento, al menos a nivel popular.
Esta vez no fueron las amedrentaciones de las directivas o las carentes demostraciones de un humanismo etéreo y más simbólico que real las que llevaron al claustro a perder la insignia que toda una comunidad académica luchó por obtener. Son sus incontables atropellos contra la justicia nacional y las insinuaciones “malsanas” las que terminan perjudicando un nombre de por sí ya manchado por unos pocos, pero cuya fama es conocida abiertamente.
Las estrategias plañidas en el onceavo piso de la Torre F, reluciente en el corazón de Bogotá, no prosperaron a la altura de sus pensadores más notorios, o de los homenajes inertes a próceres que de conocer el presente del centro de pensamiento que alguna vez soñaron se revolcarían tanto como los estudiantes que hoy claman por recuperar la dignidad de su universidad o al menos contar con la oportunidad de empezar a construirlo de base.
Como de costumbre, los oídos de los perpetuadores del daño se alejan de la realidad para resguardarse en imaginarios utópicos donde la Universidad Sergio Arboleda se jacta de ser lo que no es hasta el cansancio.
Aún conservo la esperanza de ver representado en la Sergio lo que dice ser.
Daniel Zárate. Egresado de Psicología de la Universidad Sergio Arboleda.
Sobre un editorial
El editorial del pasado domingo, que se refirió a la propuesta de “paz total” del Gobierno Petro, lo hizo muy bien a la hora de sintetizar las dudas que muchos colombianos, incluyendo al ilustre Sergio Jaramillo, tenemos en torno a la propuesta bandera y muy comentada. Sin embargo, parece contradictorio que desde un medio de comunicación, que debería ser el puente y el espacio para explicar el contenido de la propuesta, se exija claridad a los ponentes del proyecto. Bien haría El Espectador en realizar otro editorial que recorra la propuesta (no los rumores y malentendidos) y siente una posición clara sobre ella.
Alfonso Gutiérrez.
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