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A propósito del editorial del 17 de julio, titulado “Nefastos los ‘vivos’ en la final de la Copa América”. Volvió a quedar en evidencia el mal comportamiento de la hinchada colombiana en los estadios de EE. UU. Daniel Coronell lo expresó en su reporte del 15 de julio, donde mencionó cómo hinchas de Colombia se portaron mal tanto en Carolina del Norte como en Miami. Las agresiones con jugadores uruguayos, que al parecer fueron mutuas, incluyeron un incidente donde un hincha colombiano le dio un derechazo al delantero uruguayo Darwin Núñez. Esto desencadenó una cadena de agresiones en el estadio Hard Rock de Miami, donde además de los bochornosos episodios de colados, hinchas colombianos dañaron las escaleras eléctricas del estadio.
Cabe decir que esta situación desafortunadamente no es nueva. Ya en el Mundial de Francia 98 se presentaron actos de desorden y agresiones de hinchas colombianos, lo que obligó a la policía gala a intervenir. En el Mundial de Brasil 2014, que coincidió con la vuelta de Colombia a un mundial, se formó una gresca en un restaurante de Río donde estuvieron implicados Martín Santos, el hijo del expresidente Juan Manuel Santos, y el actor Manolo Cardona. En el Mundial de Rusia 2018, una presentadora deportiva y periodista se vio implicada en un lío con la policía rusa al armar en el hotel donde estaba alojada una escandalosa fiesta hasta la madrugada. Antes del Mundial de Rusia 2018, en un juego de preparación en Madrid, hubo incidentes con hinchas colombianos en el Santiago Bernabéu. En un juego de Copa Libertadores en Perú, hinchas del Atlético Nacional fueron arrestados tras incidentes en las calles de Lima. Este año, en marzo, en un partido de Copa Libertadores, la policía brasileña arrestó a hinchas del Junior de Barranquilla que atacaron a vendedores ambulantes en las playas de Copacabana.
Aunque es malo generalizar, el comportamiento de unos pocos hinchas no hace sino aumentar el estigma de Colombia como un país violento e intolerante. Vamos camino a convertirnos en los nuevos hooligans del fútbol. ¿Nos cuesta tanto ser respetuosos? ¿Es mucho pedir? Con todo respeto, estos actos no tienen justificación; es el nombre de un país el que se mancha. ¿Hasta cuándo? Ojalá no aprendamos cuando nos impongan una sanción drástica o nos excluyan de competiciones. ¿Seguiremos dándole la razón a Darío Echandía? ¿Es Colombia un país de cafres?
Alberto Vanegas, Bogotá
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