Si por algo se ha distinguido el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario es por la heroica resistencia a las colisiones. Una resistencia depositada en la que podría ser una de las comunidades más sólidas de la historia universitaria por su diamantina fuerza y valor: la comunidad rosarista. La explicación es muy sencilla, tiene colosales e imperturbables bases en la historia y las raíces más poderosas entre lo humano y lo divino: desde la generosidad del arzobispo de Santafé, el ilustrísimo y revenderísimo (como está escrito en el retrato de Gaspar de Figueroa) Señor Don Fray Cristóbal de Torres y Motones, fundador en 1653, hasta la sempiterna bendición y protección de la Virgen del Rosario, patrona del Colegio Mayor.
No hace falta sino revisar los acontecimientos del pasado para comprender la dignidad de la institución. En medio de la cruel reconquista de la Nueva Granada en 1816, el general “pacificador” y comandante de las tropas españolas, Pablo Morillo, instauró el violento Régimen del Terror.
Consciente del papel protagónico de los rosaristas en la independencia neogranadina, siendo rector Domingo Tomás de Burgos, el general español despachó al benemérito claustro de sus buenos oficios en su campaña, convirtiéndolo en cuartel militar de las tropas realistas. Acto seguido, el 11 de junio de 1816, mandó notificar al rector del embargo de los bienes del Rosario ordenando ingresar los fondos del Colegio Mayor a la Tesorería General de la Real Hacienda.
Como si el tamaño del anterior ultraje no hubiera sido suficiente, posteriormente Morillo convirtió el claustro en cárcel y las aulas en celdas. En éstas privaría de la libertad a próceres y mártires de la causa republicana, entre ellos varios rosaristas que se encontraron presos en su propio claustro y fueron firmantes del acta de independencia, como Camilo Torres y Tenorio, Miguel de Pombo y Pombo y José Joaquín Camacho y Rodríguez de Lago. Todos fusilados ese mismo año de 1816.
Con el angustioso pasar de los meses, al rector Burgos no le fueron restituidos sino exiguos 100 pesos de las arcas totales del Rosario el 10 de diciembre de 1817, luego de numerosas cartas en las que con justicia reclamaba conmiseración con el centro educativo al virrey Francisco José Montalvo y Ambulodi. El Colegio Mayor sobrevivió al más grande atropello en su historia retomando sus cátedras en medio de la ruina y la moral languideciente.
Que las dificultades que enfrenta el Rosario en 2024 sean testigo una vez más de su grandeza extendida a su muy leal y cohesionada comunidad rosarista, porque en esta tricentenaria institución y en su comunidad no solo se han sostenido las ropas de la república, sino que se han soñado y materializado grandes victorias en defensa de la libertad y la democracia.
Víctor Hugo Segura Acosta, Internacionalista Universidad del Rosario
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